El jugador - Fedor Dostoiewski
no tienes donde meterte; y ahora es indecoroso que estés con
ellos. ¡Espera -interrumpió la abuela cuando Polina iba a
contestar-, que no he acabado todavía! No te exigiré nada. Tengo
casa en Moscú, como sabes, un palacio donde puedes ocupar un
piso entero y no venir a verme durante semanas y semanas si no
te gusta mi genio. ¿Qué, quieres o no?
-Permita que le pregunte primero si de veras quiere usted irse en
seguida.
-¿Es que estoy bromeando, niña? He dicho que me voy y me
voy. Hoy he despilfarrado quince mil rublos en vuestra condenada
ruleta. Hace cinco años hice la promesa de reedificar en piedra, en
las afueras de Moscú, una iglesia de madera, y en lugar de eso me
he jugado el dinero aquí. Ahora nina, me voy a construir esa
iglesia.
-¿Y las aguas, abuela? Porque, al fin y al cabo, vino usted a
beberlas.
-¡Quítate allá con tus aguas! No me irrites, Praskovya. Lo haces
adrede, ¿no es verdad? Dime, ¿te vienes o no?
-Le agradezco mucho, pero mucho, abuela -dijo Polina
emocionada-, el refugio que me ofrece. En parte ha adivinado mi
situación. Le estoy tan agradecida que, créame, iré a reunirme
con usted y quizá pronto; pero ahora de momento hay motivos...
importantes... y no puedo decidirme en este instante mismo. Si se
quedara usted un par de semanas más...
-Lo que significa que no quieres,
-Lo que significa que no puedo. En todo caso, además, no puedo
dejar a mi hermano y mi hermana, y como... como... como
efectivamente puede ocurrir que queden abandonados, pues ... ;
si nos recoge usted a los pequeños y a mí, abuela, entonces sí,
por supuesto, iré a reunirme con usted, ¡y créame que haré
merecimientos para ello! -añadió con ardor-; pero sin los niños no
puedo.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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