El jugador - Fedor Dostoiewski
- ¡Bueno, bueno! Pon otros cuatro mil gulden al rojo. Aquí tienes
el monedero. Tómalos. -Sacó del bolso el monedero y me lo dio-.
¡Hala, tómalos! Ahí hay veinte mil rublos en dinero contante.
-Abuela -dije en voz baja-, una suma tan enorme...
-Que me muera si no gano todo lo perdido... ¡Apuesta!
-Apostamos y perdimos.
-¡Apuesta, apuesta los ocho mil!
-¡No se puede, abuela, el máximo son cuatro mil!...
-¡Pues pon cuatro!
Esta vez ganamos. La abuela se animó. «¿Ves, ves? -dijo
dándome con el codo-. ¡Pon cuatro otra vez!»
Apostamos y perdimos; luego perdimos dos veces más.
-Abuela, hemos perdido los doce mil -le indiqué.
-Ya veo que los hemos perdido -dijo ella con tono de furia
tranquila, si así cabe decirlo-; lo veo, amigo, lo veo -murmuró
mirando ante sí, inmóvil y como cavilando algo-. ¡Ay, que me
muero si no ... ! ¡Pon otros cuatro mil gulden!
-No queda dinero, abuela. En la cartera hay unos certificados
rusos del cinco por ciento y algunas libranzas, pero no hay dinero.
-¿Y en el bolso?
-Calderilla, abuela.
-¿Hay aquí agencias de cambio? Me dijeron que podría cambiar
todo nuestro papel -preguntó la abuela sin pararse en barras.
- ¡Oh, todo el que usted quiera! Pero de lo que perdería usted en
el cambio se asustaría un judío.
-¡Tontería! Voy a ganar todo lo perdido. Llévame. ¡Llama a esos
gandules!
Aparté la silla, aparecieron los cargadores y salimos del Casino.
«¡De prisa, de prisa, de prisa!» -ordenó la abuela-. Enseña el
camino, Aleksei Ivanovich, y llévame por el más corto... ¿Queda
lejos?
-Está a dos pasos, abuela.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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