El jugador - Fedor Dostoiewski
-¡Abuela, eso es mucho! ¿Y qué, si no sale el rojo? -le dije en
tono de súplica; pero la abuela casi me molió a golpes. (En efecto,
me daba tales codazos que parecía que se estaba peleando
conmigo.) No había nada que hacer. Aposté al rojo los cuatro mil
gulden que ganamos esa mañana. Giró la rueda. La abuela,
tranquila y orgullosa, se enderezó en su silla sin dudar de que
ganaría irremisiblemente.
-Zéro -anunció el crupier.
Al principio la abuela no comprendió; pero cuand