El jugador - Fedor Dostoiewski
-¡Quince mil, señora! ¡Dios mío! -exclamó Potapych, levantando
los brazos con gesto conmovedor, tratando probablemente de
ayudar en algo.
-¡Bueno, bueno, tonto! ¡Ya ha empezado a lloriquear! ¡Silencio!
¡Prepara las cosas! ¡La cuenta, pronto, hala!
-El próximo tren sale a las nueve y media, abuela -indiqué yo
para poner fin a su arrebato.
-¿Y qué hora es ahora?
-Las siete y media.
-¡Qué fastidio! En fin, es igual. Aleksei Ivanovich, no me queda
un kopek. Aquí tienes estos dos billetes. Ve corriendo al mismo
sitio y cámbialos también. De lo contrario no habrá con qué pagar
el viaje.
Salí a cambiarlos. Cuando volví al hotel media hora después
encontré a toda la pandilla en la habitación de la abuela. La noticia
de que ésta salía inmediatamente para Moscú pareció inquietarles
aún más que la de las pérdidas de juego que había sufrido.
Pongamos, sí, que su fortuna se salvaba con es R&Vw&W6