EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 82
ciudad. Hacía calor y Daniel llevaba los zapatos en la mano para poder moverse
con más facilidad. Se detuvieron ante un edificio cercano al hotel. En uno de los
escaparates había retratos de personas que miraban fijamente a Daniel. Padre
abrió la puerta. Sonó una campanilla. El interior del local estaba en penumbra,
igual que el comercio de Andersson o que a bordo del barco. « La gente blanca
vive en espacios oscuros» , se dijo Daniel. « En todas partes tienen puertas que
abrir y cerrar, paredes que les impiden ver, pesados techos que se extienden
sobre sus cabezas como grandes rocas» .
Entraron en una habitación donde había una única silla y una mesa ante una
pared con unas flores pintadas. Padre se sentó en la silla y colocó a Daniel a su
lado. El hombre que los recibió desapareció detrás de un paño negro que colgaba
de la parte trasera de algo parecido a un cañón. Un día, un año antes de que
matasen a Kiko y a Be y a los demás, Daniel había visto uno igual. Ellos venían
del desierto y vieron a unos soldados blancos que llevaban armas de esas
cargadas en carros tirados por buey es. Daniel miró a Padre de soslay o. ¿Acaso
estaban allí para morir? Padre se dio cuenta de que algo le preocupaba.
—Solo es una fotografía —le explicó.
Padre sonrió, le dijo algo al hombre que se escondía bajo el paño negro y
este se rio. « No, no vamos a morir» , rectificó Daniel para sus adentros. « Tendré
que soportar todas estas rarezas hasta que se me presente la oportunidad de
regresar a casa. Pensaré en el antílope que, en cualquier momento, podría
desprenderse de la roca y convertirse en una presa a la que podríamos dar caza
y utilizar como alimento. Esperaré hasta que pueda emprender la misma carrera
que el antílope. O hasta que me crezcan alas en la espalda» .
Se vio un ray o. Daniel se agachó. Pero Padre sonrió sin más. Por un instante,
Daniel temió que Padre le hubiese leído el pensamiento, pero se levantó y fue a
hablar con el hombre que, desde debajo del paño negro, les lanzó un disparo que
no los alcanzó.
Muy avanzada aquella misma tarde regresaron al local. Se detuvieron ante el
escaparate. Daniel vio allí expuesto su propio rostro, que miraba directamente a
la boca del cañón.
« No me reconozco» , pensó. « Esos ojos son los de otra persona. El hombre
que se escondía bajo el paño me lanzó un disparo parecido al que recibió Kiko
cuando le hicieron estallar la cabeza en mil pedazos.
» Yo también estoy muerto.
» Solo que aún no he tenido tiempo de darme cuenta» .