EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 81
pensó que seguramente él también estaría muerto y que quien así lo observaba
era el mal personificado.
Se estremeció y, por un instante, se instaló en un paisaje intermedio entre el
sueño y la realidad. Después oy ó que el hombre que y acía a su lado había
empezado a roncar. Molo se tumbó de costado. Estaba cansado. El encuentro con
Kiko y el sueño del antílope le habían exigido un gran esfuerzo. Se acurrucó y se
durmió cuando por fin logró convertir su interior en un desierto blanco y
totalmente vacío.
A la mañana siguiente, Bengler se despertó con dolor de cabeza y muy
sediento. Recordó lo sucedido la noche anterior y decidió no hablar de ello con
Daniel. En cambio, tomó conciencia de que había un asunto que debía abordar
cuanto antes. Daniel y a se había levantado y aguardaba vestido y nervioso
sentado en una silla, contra la pared. Bengler bebió agua, volvió a recostar la
cabeza en el almohadón y le indicó a Daniel que fuese a sentarse a su lado.
—Tú eres mi hijo —declaró Bengler—. Te llamas Daniel y y o soy tu padre.
Así has de llamarme a partir de ahora. Padre.
Daniel lo observaba en silencio.
—Padre. Así has de llamarme. Padre.
—Paadre.
—No alargues la « a» . Ha de ser más corta. Padre.
—Paadre.
—No, aún la haces más larga. Otra vez. Padre.
—Padre.
—Sí, eso está mejor. Yo soy tu padre. Y así has de llamarme. Tú y y o somos
padre y Daniel.
—Paadre y Daniel.
—Te cuesta pronunciar bien esa vocal, pero aprenderás. Ya puedes volver a
la silla.
Molo no se movió. Bengler le señaló la silla. Molo se levantó y, cuando volvió
a ocupar el asiento, pensó que a partir de aquel momento, su nombre sería
Daniel.
El hombre al que a partir de ese momento llamaría Padre lo observaba desde
la cama, con un solo ojo abierto.
—¡Esta maldita ciudad! —exclamó.
Daniel asintió. No comprendía las palabras, pero sí que había algo que
disgustaba a Padre. Daniel estaba siempre alerta cuando Padre empezaba a
mover los labios como un hacha cortando la madera reseca. Daniel nunca sabía
con seguridad si el hombre hablaba con él o si, por el contrario, hablaba de él.
Aquella mañana, a Padre le llevó mucho tiempo salir de la cama. Daniel lo
aguardaba sentado en la silla. Después de desay unar, Padre lo llevó a ver la