EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 58

Bengler se sintió desarmado. Pensó que el marinero era un rebelde, un agresor de esos que tiraban piedras a su objetivo, un iconoclasta. Tal vez fuese seguidor de la nueva corriente científica sobre la que la gente se pasaba las noches discutiendo en Lund. ¿Un anarquista? Solo que no lanzaba proy ectiles contra él, sino palabras, aunque con la misma fuerza. El marinero encendió su pipa. —Llegará el día en que la gente como tú no tenga posibilidad de existir — aseguró—. Las personas podrán vivir libremente y no tendrán que ir atadas como perros. Durante el resto del viaje hasta Le Havre, Bengler no volvió a cruzar una palabra con el marinero. Después se enteró de que se llamaba Christiansen y de que la may oría de sus compañeros lo consideraban un hombre capaz y amable. Además, tenía la particularidad de que nunca probaba bebidas fuertes. Fue Raul quien recabó la información, y según tuvo Bengler oportunidad de comprobar después, el muchacho era un informante veraz. Cuando le quitó el arnés a Daniel, se imaginó que este reaccionaría con alegría. Que lo viviría como una liberación. Sin embargo, el pequeño no hizo más que trepar a la hamaca y echarse a dormir, como siempre, con unos granos de arena en la mano. A Bengler lo admiró aquella reacción. Si se ponía en la piel de Daniel, ¿qué conclusión podía sacar del hecho de que se durmiera sin más? « Acaba de dejar atrás una gran aflicción» , se dijo. « El descanso, después de superado un terr