EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 23
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Al día siguiente, cuando más apretaba el calor y el sol brillaba alto sobre su
cabeza, lo invadió el miedo.
En un primer momento fue como una cauta angustia. Un presentimiento que,
en un principio, desechó con la excusa de que habría comido algo que le sentó
mal. O que se habría olvidado de algo, una idea que, imperceptible, le pasó por
alto sin que él se percatase de su importancia. Al comienzo, el desasosiego o la
angustia que sentía fueron leves. Luego vino el miedo. Un miedo pesado que lo
arrastraba como un potente imán.
Se habían detenido en la linde de una llanura donde unos arbustos de escasa
altura se quemaban al sol. Neka había montado una sombrilla y extendió una
alfombra sobre la que colocó su silla plegable. Comieron arroz, verduras y un
pan con muchas especias que, según Wackman, era el único que no se
enmohecía en expediciones de larga duración. Amos, Neka y los otros dos
boy eros, cuy os nombres aún no había logrado aprenderse, dormían bajo el
carro. Los tres buey es descansaban inmóviles, aunque Bengler veía cómo les
temblaba la piel cada vez que un insecto los atacaba.
En ese instante, la tierra reseca se transformó en hierro. El imán tiraba de él
y sintió la mano del miedo. Acababa de sacar el diario para anotar cómo había
transcurrido la mañana. Tenía decidido escribir tres veces al día, al despertar,
después del descanso del mediodía y antes de acostarse. Puesto que no se veía
capaz de redactar el diario solo para sí, llegó a la conclusión de que la única
persona a la que podía dedicar aquellas palabras era Matilda. Y justo cuando
acababa de terminar su relato de la mañana el miedo se hizo patente.
Desmontaron la tienda al amanecer y hacia las nueve cruzaron el lecho de un río
seco donde identificaron el esqueleto de un cocodrilo. Calculó en tres metros y
diez centímetros la longitud del animal. Pasadas las diez atravesaron una zona de
espesos espinos que pusieron nerviosos a los buey es. Justo antes de detenerse a
descansar descubrió un enorme pájaro inmóvil sobre su cabeza, como si