EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 22
Pese a todo, él sabía que eso no sucedería. Sin poder explicar cómo y menos
aún argumentarlo, estaba convencido de que sobreviviría.
La arena no le ganaría en astucia.
Partió de Ciudad del Cabo uno de los primeros días de julio.
Los perezosos buey es avanzaban despacio. Bengler se había comprado un
salacot y llevaba un rifle colgado al hombro. En torno a su rostro, atraídos por el
sudor, zumbaban los insectos. Pensó que ellos lo guiarían bien. Ellos eran sus
principales seguidores.
La brújula, fabricada en Londres y enmarcada en bronce, indicaba
directamente el norte, quizá con una desviación de alguna centésima de grado al
oeste.
La primera noche se cambió de ropa antes de sentarse a cenar lo que le sirvió
Amos, su cocinero. Montaron el campamento a la orilla de un riachuelo. El cielo
estaba despejado y parecía próximo. De repente, vio la Osa May or, pero del
revés. Como un último saludo a cuanto había dejado atrás, sorprendió a sus
boy eros al levantarse y ponerse cabeza abajo para contemplar la Osa May or
como lo había hecho siempre, desde niño.
Los hombres pensaron que estaría rezándole a algún dios.
Después se mantuvo despierto un buen rato, esperando oír el rugido de alguna
fiera en la noche.
Pero reinaba el silencio más absoluto.