EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 135

una mirada elocuente a sus polainas repletas de dinero. —Eres un canalla —sentenció Padre—. Pero el resto del contrato me parece aceptable. Wickberg enrojeció de ira. —No vuelvas a llamarme canalla nunca más. Cualquier cosa menos eso. —Todos tenemos miedo de que nos llamen por nuestro nombre —insistió Padre—. Me conformaré con llamarte bandido. Wickberg se llevó la mano al corazón y se agarró la muñeca para tomarse el pulso con el rostro encendido. —No finjas a cuenta del corazón —le dijo Padre—. Debajo de tu levita no hay ninguna dama de corazones, sino más bien un naipe de picas, y de escaso valor. Cuando la gente empiece a acudir sin necesidad del cartel, eliminas la serpiente y el salvaje. Wickberg asintió resignado. Llevaron el equipaje al hotel, que era un edificio de ladrillo rojo. Wickberg había pedido que les sirvieran la cena temprano y había solicitado un reservado en el comedor. Una vez instalados en la habitación, Padre llevó a Daniel a un comercio donde vendían pantalones de marinero. El dependiente meneaba la cabeza mientras le tomaba las medidas a Daniel. Padre estaba cansado e irritable. —¡Basta y a de tanto resoplar! —rugió—. Este niño es perfectamente normal. Es estrecho de cintura. El hombre sacó un par de pantalones y a confeccionados. Daniel se los probó y comprobaron que le quedaban perfectos sin necesidad de arreglo. Después se encaminaron al hotel y, una vez allí, acudieron al reservado, donde los esperaba Wickberg. La mujer del velo rojo y a no estaba. Daniel se volvía a mirar la calle una y otra vez por si la veía. —¿Qué buscas? —le preguntó Padre. —Nada —respondió Daniel. Wickberg había pedido una abundante cena. Padre se puso de excelente humor al ver la mesa. —Esta noche la tenemos libre —anunció Wickberg—. El descanso es importante. Además, Strängnäs es una ciudad torpe. La gente necesita tiempo para reflexionar, tomar una decisión, airear su ropa… Pero mañana, habrá lleno. —¿En qué local será? —El obispo siente pavor por todo lo que no venga de arriba. Prohibió el uso de la gran sala del obispado. El alcalde tiene miedo del obispo, de modo que cerró el ay untamiento. Solo quedaban los masones. Allí la acústica no es buena, pero colgaremos unos paños del techo.