EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 100
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Cuando el carro se detuvo, Daniel abrió los ojos. Padre le rozó el hombro. Se
encontraban en un callejón muy estrecho. Al fondo había una iglesia. Ya era más
de mediodía y el sol empezaba a descender en el cielo. Se alojaron en una
reducida buhardilla que coronaba una angosta y empinada escalera. Desde la
ventana, Daniel casi podía tocar la ventana de enfrente y ver el interior de la
habitación. Había una vela en la mesa y, alrededor, un nutrido grupo de gente que
comía ávidamente de un cuenco de madera. De repente, un niño de su misma
edad lo descubrió y empezó a gritar y a señalarlo. Daniel se apartó enseguida de
la ventana. Padre volvió en ese momento, venía de discutir el precio con los
hombres que llevaron las carretillas. Habían amontonado las cajas en la
habitación y apenas si quedaba espacio para moverse. Padre miró a su alrededor
con amargura.
—Si esto empezara a arder, no habría por donde salir. —Dicho esto, colocó
junto a la puerta una cajita de madera—. Si se declara un incendio, esta caja
debe salvarse. Contiene un escarabajo que nadie ha visto.
Después, se puso a inspeccionar la cama. Sacudió las mantas y alumbró con
la vela los resquicios que quedaban entre los tableros.
—Aquí hay piojos —constató—. Nos picarán, pero solo nos quedaremos unos
días. Después todo irá mejor.
Dejó la vela sobre la mesa y se sentó en una silla destartalada.
—Vivir en esta ciudad cuando se es pobre es como vivir con un y unque en la
cabeza. Nuestro único consuelo es haber llegado en el momento oportuno. El año
pasado hubo una epidemia de viruela, pero parece que y a pasó.
Sacó la bolsa donde guardaba el dinero y vació el contenido sobre la mesa.
Solo había un billete y unas cuantas monedas.
—Te quedarás aquí —le dijo una vez que hubo terminado de contar—. Tienes
que vigilar esto. Si todo empieza a arder, debes salvar esa cajita. Voy a salir a
buscar comida. No tardaré.
Cuando se levantó de la silla, Daniel no sabía si estaba enfadado o nervioso.