El Gúegüence El Gueguence como manifestación lúdica sincrética | Page 32

El Güegüence como manifestación Lúdica Sincrética La estabilidad y la universalidad se complementan. Aparecen tanto más significativas cuanto que los juegos dependen en gran parte de las culturas en que se les practica. Revelan las preferencias, prolongan los usos y reflejan las creencias de esas culturas. En la antigüedad, la rayuela era un laberinto en que se empujaba una piedra —es decir, el alma— hacia la salida. Con el cristianismo, el diseño se alarga y se simplifica. Reproduce el plano de una basílica: se trata de hacer llegar el alma, de empujar el guijarro, hasta el Cielo, el Paraíso, la Corona o la Gloría, que coinciden con el altar mayor al de la iglesia, representado esquemáticamente en el suelo mediante una sucesión de rectángulos. En la India, se jugaba al ajedrez con cuatro reyes. El juego pasó al Occidente medieval. Bajo la doble influencia del culto a la Virgen y del amor cortés, uno de los reyes se transformó en reina o en dama, que llegó a ser la pieza más fuerte, mientras que el rey se veía confinado al papel de pieza ideal pero casi pasiva de la partida. Sin embargo, lo importante es que esas vicisitudes no han afectado la continuidad esencial del juego de la rayuela o del juego de ajedrez. Se puede ir más lejos y denunciar por otra parte una verdadera solidaridad entre toda sociedad y los juegos que en ella se practican con predilección. En efecto, existe una afinidad que no puede sino aumentar entre sus reglas y las cualidades o defectos ordinarios de los miembros de la colectividad. Esos juegos preferidos y más difundidos manifiestan por una parte las tendencias, los gustos, los modos de razonar más comunes y, al mismo tiempo, educan y entrenan a los jugadores en esas mismas virtudes o en esos mismos defectos, y los confirman insidiosamente en sus hábitos o en sus preferencias. No es absurdo intentar el diagnóstico de una civilización a partir de los juegos que en especial prosperan en ella. En efecto, si los juegos son factores e imágenes de cultura, de ello se sigue que en cierta medida una civilización, y en el seno de una civilización una época, puede ser caracterizada mediante sus juegos. Ellos muestran necesariamente su fisonomía general y ofrecen indicaciones útiles sobre las preferencias, las debilidades y las fuerzas de una sociedad dada en algún momento de su evolución Para considerar un ejemplo, no es indiferente que el deporte anglosajón por excelencia sea el golf; es decir, un juego en que cada cual, en todo momento, tiene tiempo de hacer trampa a placer y como mejor lo entiende, pero en que el juego pierde estrictamente todo interés a partir del momento en que se hace la trampa. Luego, en los mismos países, es posible no sorprenderse de una correlación con la conducta del contribuyente respecto al fisco o del ciudadano respecto al Estado. Un ejemplo no menos instructivo lo da el juego de baraja argentino del truco, en que todo es ardid e incluso, en cierto modo, triquiñuela, pero triquiñuela codificada, reglamentada y obligatoria. Con la música, la caligrafía y la pintura, los chinos ponen el juego de peones y el juego de ajedrez a la altura de las cuatro prácticas en que debe ejercitarse un letrado. Consideran que esos juegos también habitúan al espíritu a aficionarse a las múltiples respuestas, combinaciones y sorpresas que nacen a cada instante de situaciones siempre nuevas. La agresividad se ve menguada, en tanto que el alma aprende la Lic. Francisco M. Zamorano Casal