El Facilitador Familiar Diocesano El Facilitador Familiar Diocesano | Page 4

4 MODULO I 7. LA COMUNIÓN Jesús les hizo un llamado personal y a la vez comunitario a sus discípulos. El número Doce, representa el Nuevo Is- rael, la ekklesía o comunidad de bau- tizados. El vivir la experiencia de fe en común-unión con otros es esencial al cristianismo: “Quiso… Dios santificar y salvar a los hombres no individual- mente y aislados entre sí, sino consti- tuirlos en un pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera santamen- te” (Lumen Gentium. Constitución Dogmática sobre la Iglesia. 9). En el seguimiento de Cristo crecemos con los otros y a través de los otros. Una formación auténticamente cris- tiana llevará a fortalecer la experiencia comunitaria, tal cual fue el deseo de Jesús: “Te pido que todos sean uno lo mismo que lo somos tú y yo, Padre” (Jn 17, 21). 8. LA MISIÓN Los que entraron en contacto con Je- sús se sintieron movidos a anunciarlo, y a dar testimonio del encuentro. Tal ha sido la experiencia de la samaritana quien va a decir a su gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho” (Jn 4, 29). Jesús prepara a sus seguidores para que sean misioneros y vayan a anun- ciar el Reino (Lc 9, 1-6). Este será un mandato después de la resurrección y el envío del Espíritu Santo (Mt 28, 19- 20). Ser discípulos y misioneros son dos rostros de la misma tarea (Documento de Aparecida 146). La misión es inseparable del discipu- lado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la forma- ción (Documento de Aparecida 278). 9. LA FUERZA DEL ESPÍRITU Jesús sabe que el itinerario del discí- pulo y misionero no es fácil, por lo que nos envía el Espíritu Santo. Desde Pen- tecostés, el Espíritu fecunda a la Iglesia y la llena de dones y carismas (1 Cor 12, 1-11). Es, por medio de esos dones, que la comunidad de discípulos se fortale- ce en el tiempo. El Espíritu continúa suscitando misio- neros decididos y valientes como Pe- La pedagogía catequética es eficaz en la medida en que la comunidad cristiana se convierte en referencia concreta y ejemplar para el itinerario de fe de cada uno. Esto sucede si la comunidad se concibe como fuente, lugar y meta de la catequesis. En concreto, la comunidad viene a ser lugar visible del testimonio de la fe, cuida la formación de sus miembros, les acoge como familia de Dios, constituyéndose en ambiente vital y permanente del crecimiento de la fe. (Directorio General de Catequesis 158). dro y Pablo (Hch 4, 13; 13, 9-10) y con- tinúa guiando la misión de la Iglesia (Hch 13, 2) (DA 149-150). La tarea formativa habrá de ser una ex- periencia que deje su lugar al Espíritu, el Maestro interior: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre en- viará en mi nombre, hará que recuer- den lo que yo les he enseñado y les explicará todo” (Jn 14, 26).