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MODULO I
7. LA COMUNIÓN
Jesús les hizo un llamado personal y a
la vez comunitario a sus discípulos. El
número Doce, representa el Nuevo Is-
rael, la ekklesía o comunidad de bau-
tizados. El vivir la experiencia de fe en
común-unión con otros es esencial al
cristianismo: “Quiso… Dios santificar
y salvar a los hombres no individual-
mente y aislados entre sí, sino consti-
tuirlos en un pueblo que le conociera
en la verdad y le sirviera santamen-
te” (Lumen Gentium. Constitución
Dogmática sobre la Iglesia. 9).
En el seguimiento de Cristo crecemos
con los otros y a través de los otros.
Una formación auténticamente cris-
tiana llevará a fortalecer la experiencia
comunitaria, tal cual fue el deseo de
Jesús: “Te pido que todos sean uno lo
mismo que lo somos tú y yo, Padre”
(Jn 17, 21).
8. LA MISIÓN
Los que entraron en contacto con Je-
sús se sintieron movidos a anunciarlo,
y a dar testimonio del encuentro. Tal
ha sido la experiencia de la samaritana
quien va a decir a su gente: “Vengan
a ver a un hombre que me ha dicho
todo lo que he hecho” (Jn 4, 29).
Jesús prepara a sus seguidores para
que sean misioneros y vayan a anun-
ciar el Reino (Lc 9, 1-6). Este será un
mandato después de la resurrección
y el envío del Espíritu Santo (Mt 28, 19-
20). Ser discípulos y misioneros son dos
rostros de la misma tarea (Documento
de Aparecida 146).
La misión es inseparable del discipu-
lado, por lo cual no debe entenderse
como una etapa posterior a la forma-
ción (Documento de Aparecida 278).
9. LA FUERZA DEL ESPÍRITU
Jesús sabe que el itinerario del discí-
pulo y misionero no es fácil, por lo que
nos envía el Espíritu Santo. Desde Pen-
tecostés, el Espíritu fecunda a la Iglesia
y la llena de dones y carismas (1 Cor 12,
1-11). Es, por medio de esos dones, que
la comunidad de discípulos se fortale-
ce en el tiempo.
El Espíritu continúa suscitando misio-
neros decididos y valientes como Pe-
La pedagogía catequética es eficaz en la medida
en que la comunidad cristiana se convierte en
referencia concreta y ejemplar para el itinerario
de fe de cada uno. Esto sucede si la comunidad
se concibe como fuente, lugar y meta de la
catequesis. En concreto, la comunidad viene a
ser lugar visible del testimonio de la fe, cuida
la formación de sus miembros, les acoge como
familia de Dios, constituyéndose en ambiente vital
y permanente del crecimiento de la fe.
(Directorio General de Catequesis 158).
dro y Pablo (Hch 4, 13; 13, 9-10) y con-
tinúa guiando la misión de la Iglesia
(Hch 13, 2) (DA 149-150).
La tarea formativa habrá de ser una ex-
periencia que deje su lugar al Espíritu,
el Maestro interior: “El Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre en-
viará en mi nombre, hará que recuer-
den lo que yo les he enseñado y les
explicará todo” (Jn 14, 26).