El Facilitador Familiar Diocesano El Facilitador Familiar Diocesano | Page 3

3 EL FACILITADOR DIOCESANO En el proceso de formación de los apóstoles, destacan: la iniciativa de Jesús que llama, el encuentro, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión. Este es el mismo itinerario que estamos llamados a recorrer todos los facilitadores, dis- cípulos y misioneros de Jesucristo. Un camino que consiste en vivir en intimidad con él, imitar su ejemplo y dar testimonio. (Discurso inaugural de Aparecida 3). 4. EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO El punto de partida del proceso formativo es el encuentro con Jesús. El seguimien- to de Jesús parte de la experiencia fascinante de haber hallado a Cristo. Los Evan- gelios muestran muchos ejemplos en los que después del encuentro con Jesús ya nada vuelve a ser igual. Andrés y Juan al ver pasar a Jesús le preguntan: “Rabbí -que quiere decir ‘Maestro?-, ¿dónde vives?” (Jn 1, 38b); sorprendidos, acogen la invitación de Jesús: “Venid y lo veréis. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día” ( Jn 1, 39). Este momento fue una experiencia única, que dejó a los discípulos marcados para siempre. Toda formación buscará llevar a la persona al encuentro con Jesucristo y renovarlo constantemente: El itinerario del discípulo misionero tiene un carácter personal: se trata de que cada uno se encuentre con Jesús. Para el que quiera se- guirlo no existe otra fuente alterna de conocimiento. 5. LA CONVERSIÓN El encuentro suscita una respuesta. Para quien se abre a la acción de Dios, lo si- guiente es la conversión. Convertirse es decidir ser amigo de Jesús e ir tras él, cam- biar la forma de pensar y de vivir. La cercanía con Jesús hace a Pedro descubrir sus limitaciones y exclamar: “Aléjate de mí Señor, que soy un hombre pecador” (Lc 5, 8b). Pero la conversión no es un momento, es el punto de partida de un proceso y el mismo Pedro reconocerá que necesita volver nuevamente a los criterios de Jesús: “Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Sólo me sir- ves de escándalo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!” (Mt 16, 23). El itinerario de formación requiere retornar constantemente a la conversión per- sonal y comunitaria. 6. EL DISCIPULADO Jesús llamó a sus discípulos y los instruyó de modo cercano, personal, concedién- doles el privilegio de estar cerca de él y comprender: “Es que a vosotros se os ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. ¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!” (Mt 13, 11. 16). Los discípulos aprendieron mirando, escuchando y atestiguando: el camino de las Bienaventuranzas, el amor, el servicio, la fraternidad, la misericordia, la búsqueda de la justicia… en suma, los valores y los criterios de Jesús (Mt 5-6). Jesús también les mostró que el camino de la cruz era parte de su discipulado: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” (Mt 16, 24). El discipulado es un proceso de toda la vida. Quien acompaña a otros en el camino del discipulado, tendrá que mantener presente que solo viviendo profundamente su propio discipulado será capaz de atraer a otros al seguimiento de Cristo. “También lo encontra- mos de un modo espe- cial en los pobres, afli- gidos y enfermos (cf. Mt 25, 37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufri- miento y constante lu- cha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los po- bres y los que sufren real- mente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta presencia y cerca- nía, y en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo. El encuentro con Jesucristo en los pobres es una di- mensión constitutiva de nuestra fe en Jesucris- to. De la contemplación de su rostro sufriente en ellos y del encuentro con Él en los afligidos y mar- ginados, cuya inmensa dignidad Él mismo nos revela, surge nuestra op- ción por ellos. La misma adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino.” (DA 257)