Gentileza de El Trauko
http://go.to/trauko
de sus retoños es diferente a la imagen que ella se forja de él, porque se sentiría
consternada y, desde luego, no sabía obrar de otra manera; por consiguiente, prefiero
ahorrarle el pesar que ello le causaría, tanto más que para mí en nada cambiaría la
situación.
Mamá se percata bien de que yo la quiero menos que Margot, pero imagina que
sólo se trata de una etapa difícil de mi vida. Margot se ha vuelto tan amable que no la
reconozco; ya no enseña las uñas tan a menudo, y nos hemos hecho muy amigas. Ha
dejado de tratarme como si yo fuera una chiquilla insignificante.
Parecerá raro, pero a veces me miro como si viera por otros ojos, que los míos.
Entonces, bien a mis anchas, examino las cuestiones de una cierta "Ana"; recorro las
páginas de mi vida, como si se tratara de una extraña. Antes, en nuestra casa, cuando no
reflexionaba tanto, tenía en ocasiones la sensación de no formar parte de mi familia.
Durante cierto tiempo interpreté asimismo el papel de huérfana; o me dirigía a mí misma
múltiples reproches, diciéndome que nadie tenía la culpa si yo quería hacerme la víctima,
cuando todo el mundo era tan bueno conmigo. Luego llegó un momento en que me esforcé
por ser amable: por la mañana, al oír pasos en la escalera, esperaba ver entrar a mamá, para
darme los buenos días; era afectuosa con ella; pero también porque me sentía feliz de verla
tan amable contigo. Luego, bastaba una de sus observaciones un poco ásperas para que yo
me fuera a la escuela toda desalentada. Al regreso, la disculpaba, diciéndome que podía
tener preocupaciones; llegaba, pues, a casa muy alegre, hablaba por diez, hasta qué la
misma cosa se repetía y volvía a irme, pensativa, con mi bolsón con útiles. Otra vez
regresaba con la firme intención de enfurruñarme, lo que olvidaba en seguida, tantas eran
las novedades que tenía que contar; ellas eran dirigidas evidentemente a mamá, que, en mi
opinión, debía estar siempre dispuesta a escucharme en cualquier circunstancia.
Después pasé nuevamente por una época en la que no escuchaba los pasos por la
mañana, me sentía sola, y mojaba una vez más de lágrimas la almohada.
Aquí, en la clandestinidad, las cosas se han agravado aún más. En fin, tú lo sabes.
Pero, no obstante todas estas dificultades, Dios me ha socorrido y me ha enviado a...
¡Peter!
Juego un momento con mi medalloncito, lo beso y pienso: "Después de todo, ¿qué
más da? Tengo a mi Peter y nadie lo sabe". Así, puedo pasar por alto cualquier desaire.
¿Quién sospechará lo que sucede en la mente de una chica?
Tuya,
ANA
Sábado 15 de enero de 1944
Querida Kitty:
No tiene sentido describirte a cada paso nuestras disputas y querellas en sus
menores detalles. Para ser breve te diré que ya no usamos en común con los Van Daan
muchas de las provisiones, como la mantequilla y la carne, y que hacemos freír nuestras
patatas fuera de la cocina común. Desde hace algún tiempo, nos concedemos un pequeño
suplemento de pan negro, porque, a partir de las cuatro de la tarde, empezamos a sentirnos
91