Gentileza de El Trauko
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ANA
Viernes 29 de octubre de 1943
Querida Kitty:
Otra resonante gresca entre el señor y la señora Van Daan. Cuestión financiera. Los
Van Daan se han comido su dinero, ya te lo adelanté. Hace algún tiempo, el señor
Koophuis habló de un amigo que trabaja en el comercio de pieles; el señor Van Daan tuvo
entonces la idea de vender un abrigo de pieles de su mujer enteramente de conejo, y ya
llevado por ella durante diecisiete años. Han obtenido por él 325 florines, lo que es un
precio enorme. La señora hubiera querido guardarse para ella ese dinero, con el fin de
poder comprar ropa nueva después de la guerra. Le costó mucho trabajo a su marido
hacerle comprender que de esa suma había necesidad urgente para el hogar.
No puedes imaginar qué alaridos, qué gritos, qué injurias y qué accesos de cólera.
Fue horrible. Nosotros nos situamos al pie de las escalera, conteniendo la respiración y
preparados para subir a separar a las furias. Todo eso repercute en el sistema nervioso y
causa tal tensión, que por la noche, cuando me acuesto, lloro y agradezco al cielo que
puedo contar con una media hora para mí sola.
El señor Koophuis está nuevamente ausente, su estómago no le da tregua. Ni
siquiera sabe si la hemorragia ha sido bien contenida. Por primera vez le hemos visto
deprimido cuando nos anunció que se iba a su casa porque no se sentía bien.
En cuanto a mí, la única novedad es que no tenga nada de apetito. Constantemente
oigo decir: "¡Qué mala cara tiene!". Te confieso que hacen lo indecible para que mi salud
no flaquee; me dan glucosa, aceite de hígado de bacalao y tabletas de levadura y de calcio.
Mis nervios me juegan malas pasadas: estoy de un humor espantoso. La atmósfera
de la casa es deprimente, soñolienta, aplastante, sobre todo el domingo. Afuera, ningún
canto de pájaro; adentro, un silencio mortal y sofocante planea sobre personas y cosas, y
pesa sobre mí como si quisiera arrastrarme a profundidades insondables.
En momentos así, me olvido de papá, de mamá y de Margot. Indiferente, voy de
una habitación a otra, subiendo y bajando las escaleras, y me veo como el pájaro cantor
cuyas alas han sido cortadas y que, en la oscuridad total, se hiere al golpearse contra los
barrotes de su estrecha jaula. Una voz interior me grita: "Sal a la calle, ríe, respira el aire
puro". Ni siquiera contesto ya: me tiendo en un diván y me duermo para acortar el tiempo,
el silencio y la espantosa angustia, porque no hay forma de matarlos.
Tuya,
ANA
Miércoles 3 de noviembre de 1943
Querida Kitty:
Papá ha hecho traer un programa del Instituto de Enseñanza de Leyde, con el fin de
que nos distraigamos con una actividad educativa. Margot ha recorrido por lo menos tres
veces el voluminoso tomo, sin hallar en él un curso que le pareciera verdaderamente
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