Gentileza de El Trauko
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Miércoles 29 de septiembre de 1943
Querida Kitty:
Es el cumpleaños de la señora Van Daan. Le hemos regalado un frasco de
mermelada, aparte de cupones para queso, carne y pan. Su marido, Dussel y nuestros
protectores también le obsequiaron cosas comestibles, además de flores. ¡Tales son los
tiempos que corren!
Esta semana, Elli ha estado a punto de sufrir una crisis de nervios; le habían hecho
tantos encargos, insistido tanto sobre las cosas urgentes y sobre lo que nos faltaba,
rogándole que volviera porque había comprendido mal, que estuvo a punto de perder la
paciencia. No es de sorprenderse, cuando se piensa en todo el trabajo acumulado en la
oficina. Ella reemplaza a Miep, engripada, y a Koophuis, enfermo; además, tiene un tobillo
lastimado, y se siente apesadumbrada por problemas sentimentales y debe soportar a un
padre regañón. Nosotros, la hemos consolado diciéndole que nuestra lista de encargos se
acortaría por sí sola si ella tuviera la energía y la firmeza suficientes para decirnos que le
falta tiempo.
En cambio, noto que hay tirantez entre papá y Van Daan. Papá, por una u otra
razón, está furioso.
¡Es lo que nos faltaba! ¡Si al menos yo no me viera tan directamente mezclada en
estas escaramuzas! ¡Si pudiera marcharme! Van a volvernos locos.
Tuya,
ANA
Domingo 17 de octubre de 1943
Querida Kitty:
Koophuis ha vuelto, gracias a Dios. Está todavía bastante pálido, pero ya se ha
puesto en marcha, lleno de ánimo, encargándose de vender ropas por cuenta de Van Daan.
Estos andan cortos de fondos; resulta desagradable, pero es así. La señora tiene abrigos,
vestidos, calzado para revender, pero no quiere deshacerse de nada, mientras que el señor
no logra vender ni un traje porque pide un precio demasiado elevado. No se sabe en qué
terminará todo esto. La señora no tendrá más remedio que desprenderse de su abrigo de
piel. La disputa entre marido y mujer sobre el asunto ha sido violentísima; ahora asistimos
a la fase de reconciliación: ¡Oh, querido Putty!" y " ¡Kerli adorada!".
La cabeza me da vueltas todavía al pensar en las injurias que aquí se lanzan desde
hace un mes. Papá no abre la boca. Cuando alguien se dirige a él, se muestra huraño, como
si temiera tener que intervenir en un nuevo litigio. Los pómulos de mamá están rojos de
emoción. Margot se queja de dolores de cabeza. Dussel, de insomnio. La señora Van Daan
se lamenta todo el día, y yo estoy enloqueciendo del todo. En verdad, termino por olvidar
con quién habíamos regañado y con qué persona hemos hecho las paces.
Sólo el estudio me aleja de esos pensamientos, y por lo tanto le dedico mucho
tiempo.
Tuya,
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