El diario de Anna Frank | Page 69

Gentileza de El Trauko http://go.to/trauko Por tal motivo emprendimos nuevamente los ejercicios corporales, para poder mirarnos la espalda o la parte trasera de las piernas mientras estamos parados. Ahora pagamos las consecuencias de nuestra falta de agilidad: estamos tan duros que ni siquiera podemos girar la cabeza apropiadamente porque hemos abandonado la gimnasia diaria. Tuya, ANA Miércoles 4 de agosto de 1943 Querida Kitty: Hace más de un año que te cuento muchas cosas sobre la vida del anexo y, sin embargo, nunca llegaré a darte de él una idea perfecta. Hay tantos detalles, que una se pierde, y existe una diferencia muy grande entre la vida que llevamos y la de las personas corrientes bajo circunstancias normales. Hoy te daré un resumen de nuestra vida diaria. Comenzaré por el final de la jornada. Alrededor de las nueve de la noche, todo el mundo realiza preparativos para dormir provocando un enorme desplazamiento de cosas. Se apartan las sillas y se van a buscar las frazadas, que son desplegadas: todo el mobiliario del día se transforma. Yo duermo en el divancito que no tiene más que 1,50 m. de largo y al que, por tanto, deben agregarse dos sillas como larguero. Un colchón, las sábanas, las almohadas y las frazadas, todo hay que retirarlo del lecho de Dussel, donde estos objetos son colocados durante el día. Más allá —un crujido tremendo—, está el catre de Margot, cuyos travesanos de madera rechinan locamente. Hay que sacar los almohadones y mantas de alguna otra parte. En casa de nuestros vecinos, un estruendo terrible: no es más que la cama de la señora, que es empujada hacia la ventana, para que las naricitas de Su Alteza, vestida de una "mañanita" rosa, puedan gozar del aire vivificante. A las 9: Después de Peter, tomo posesión del "baño" y me entrego a una higiene minuciosa; muchas veces aprovecho de matar alguna pulga. Además, limpiarme los dientes, ponerme los rizadores, revisarme las uñas, y otros pequeños secretos de toilette, y todo ello en menos de media hora. A las 9.30: La bata de baño sobre los hombros y con el jabón en una mano, orinal, horquillas, rizadores y algodón en la otra, salida rápida, seguida a menudo por un toque de atención por parte de mi sucesor, el cual desaprueba la presencia de algunos cabellos que ondulan graciosamente sobre la mesa del tocador. A las 10: Apagamiento total de luces. Buenas noches. Durante un buen cuartito de hora, crujidos de lechos y muelles rotos, suspiros, y luego silencio, siempre y cuando los vecinos de arriba no empiecen a pelear. A las 11.30: La puerta del tocador chirría. Una delgada red de luz penetra en el dormitorio. Crujidos de suelas, y luego la sombra de un gran gabán, que agranda al hombre que lo lleva. Dussel ha terminado su trabajo en el escritorio de Kraler. Durante diez minutos, ruido de pasos, roce de papeles (de los comestibles que oculta). En seguida, hace 65