Gentileza de El Trauko
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Este fue un ataque abierto a la forma en que mamá cría a sus hijas.
La señora Van Daan se había puesto roja de emoción; mamá, en cambio,
permanecía impasible. La persona que enrojece es arrastrada progresivamente por sus
emociones y corre el riesgo de perder más pronto la partida. Mamá, con las mejillas
pálidas, quiso zanjar esta cuestión lo más rápidamente posible, y apenas si reflexionó antes
de responder:
—Señora Van Daan, yo opino, efectivamente, que es preferible ser un poco menos
modesto en la vida. Mi marido, Margot y Peter, los tres son demasiado modestos. Su
marido, Ana, usted y yo no somos lo que se puede decir modestos, pero no nos dejamos
atropellar.
Entonces exclamó la señora Van Daan:
—Querida señora, no la comprendo. Yo soy verdaderamente la modestia
personificada. ¿Qué es lo que hace a usted dudarlo?
—Nada en especial —respondió mamá—, ¡pero nadie diría que usted brilla por su
modestia!
A lo que replicó la señora Van Daan:
—¡Me gustaría saber en qué carezco yo de modestia! Si no me ocupase de mí
misma, nadie aquí lo haría, y se me dejaría morir de hambre.
Esta absurda observación hizo reír a mamá, lo que irritó más aún a la señora Van
Daan que continuó su perorata sazonada de palabras interminables, en un magnífico
alemán-holandés y holandés-alemán, hasta que perdida en sus propias palabras, resolvió
abandonar la habitación. Al levantarse, se volvió para dejar caer su mirada sobre mí. ¡Era
como para verlo! En ese momento yo tuve la desgracia de menear la cabeza, casi
inconscientemente, con una expresión de lástima mezclada sin duda de ironía, a tal punto
me sentía fascinada por su oleada de palabras. La señora se crispó, se puso a lanzar injurias
en alemán, sirviéndose de una jerga sumamente vulgar. ¡Era un lindo espectáculo! Si
hubiera sabido dibujar, la habría pintado en esa actitud; a tal punto resultaba cómica,
demasiado cómica, la pobre y estúpida mujer.
Después de esta escena, de cualquier modo, estoy segura de una cosa: peleándose
abiertamente una buena vez es como se aprende a conocerse a fondo.
¡Es entonces cuando en realidad puede juzgarse un carácter!
Tuya,
ANA
Martes 29 de septiembre de 1942
Querida Kitty:
¡Las personas que viven escondidas pasan por experiencias curiosas! Figúrate que
no tenemos bañera, y que nos lavamos en una artesa. Y como hay agua caliente en la
oficina (quiero decir en todo el piso inferior), los siete aprovechamos esta ventaja por
turno.
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