Gentileza de El Trauko
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pueblo fiel y abnegado, diciéndole que a partir de hoy todos los militares deberán obedecer
a la Gestapo; además todo soldado que sepa que uno de sus superiores tuvo algo que ver
con este atentado degradante y cobarde, tiene el derecho de meterle una bala en el cuerpo
sin otra forma de proceso.
Va a resultar muy lindo. A Hans le duelen los pies tras una marcha demasiado
larga, y su oficial lo reprende. Hans agarra su fusil y grita: "¡Eres tú quien ha querido
asesinar al Führer! ¡Cochino! ¡Toma tu recompensa!". ¡Pum! Y el orgulloso jefe que tuvo
la audacia de reconvenir al pequeño Hans ha desaparecido para siempre en la vida eterna
(o en la muerte eterna). ¿De qué manera quieres que esto termine? Los señores oficiales
van a cagarse en sus calzoncillos de miedo cada vez que encuentren a un soldado o tomen
un comando, y que sus presuntos inferiores tengan la audacia de gritar más fuerte que
ellos. ¿Me entiendes, o es que yo he perdido el seso? No puedo remediarlo. Me siento
demasiado alegre para ser lógica, demasiado contenta con la expectativa de poder sentarme
de nuevo, en octubre, en los bancos de la escuela. ¡Oh, oh! ¿No he dicho hace un instante
que no hay que anticiparse nunca? ¡Perdón, perdón! No por nada me llaman "un amasijo
de contradicciones".
Tuya,
ANA
Martes lo de agosto de 1944
Querida Kitty:
"Un amasijo de contradicciones" son las últimas palabras de mi carta precedente y
las primeras de ésta. "Amasijo de contradicciones". ¿Puedes explicarme lo que es
exactamente? ¿Qué significa contradicción? Como tantas otras palabras tiene dos sentidos:
contradicción exterior y contradicción interior.
El primero es fácil de explicar: no plegarse a las opiniones ajenas, saber, mejor que
el otro, decir la última palabra, en fin, todas las características desagradables por las cuales
se me conoce muy bien. Pero en lo que concierne al segundo, casi nadie me conoce, y ése
es mi secreto.
Ya te he dicho que mi alma está, por así decir, dividida en dos. La primera parte
alberga mi hilaridad, mis burlas, con cualquier motivo, mi alegría de vivir y, sobre todo, mi
tendencia a tomarlo todo a la ligera. Por eso no me fastidian los flirteos, un beso, un abrazo
o un chiste inconveniente. Esta primera parte está siempre en acecho, rechazando a la otra,
que es más hermosa, más pura y más profunda. La parte hermosa de la pequeña Ana nadie
la conoce, ¿verdad? Por eso son tan pocos los que me quieren de veras.
Desde luego, puedo ser un payaso divertido durante una tarde, tras lo cual todo el
mundo me ha visto lo suficiente para un mes por lo menos. Por ejemplo, una película de
amor representa exactamente lo mismo para las personas profundas, una simple distracción
de una velada, que se olvida bien pronto. No está mal. Cuando se trata de mí, sobre el "no
está mal". Es aún algo peor. Me fastidia decírtelo. Pero ¿por qué no he de hacerlo, si sé que
es la v erdad? Esta parte que toma la vida a la ligera, la parte superficial, sobrepasará
siempre a la parte profunda y, por consiguiente, será siempre vencedora. Puedes imaginar
cuántas veces he tratado de rechazarla, de asestarle golpes, de ocultarla. Y eso que, en
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