El diario de Anna Frank | Page 176

Gentileza de El Trauko http://go.to/trauko No he podido obrar de otro modo; me he dejado guiar enteramente por mis sentimientos, y he obrado de acuerdo con mi conciencia para encontrar el reposo. Porque he construido mi tranquilidad y mi equilibrio sobre una base inestable, y los perdería por completo si tuviese que soportar críticas sobre esta obra aún inacabada. Por duro que eso pueda parecer, ni a Pim le permitiría inmiscuirse, pues no solamente no le he dejado tomar parte alguna en mi vida interior, sino que a menudo lo enfado con mi irritabilidad, alejándolo de mí todavía más. Eso me hace meditar mucho: ¿cómo es que Pim me fastidia a ese extremo? No aprendo casi nada estudiando con él, y sus caricias me parecen afectadas; querría estar tranquila y querría sobre todo que me dejase un poco en paz..., hasta el día en que vea ante él a una Ana mayor, más segura de sí misma. ¿Es ésa la razón? Porque el recuerdo de su reproche sobre mi terrible carta me sigue doliendo. Es que resulta muy difícil ser verdaderamente fuerte y valeroso desde todos los puntos de vista. Sin embargo, no es ésa mi mayor decepción. No. Peter me preocupa mucho más que papá. Me hago bien cargo de que soy yo quien le ha conquistado, y no viceversa: lo idealicé, viéndole apartado, sensible y amable, como un muchacho que necesitaba cariño y amistad. Había llegado al punto en que me era necesario alguien a quien confiar mis sentimientos, un amigo que me señalase el camino que debía seguir, y, atrayéndole lenta pero seguramente hacia mí, lo conquisté, aunque con dificultad. Por fin, después de haber obtenido su amistad, hemos llegado a una intimidad que, bien pensada, ahora me parece inadmisible. Hemos hablado de las cosas más secretas, pero, hasta aquí, hemos callado en cuanto a lo que colmaba y sigue colmando mi corazón. Continúo sin forjarme una idea exacta de Peter. ¿Es superficial? ¿O lo frena su timidez, incluso conmigo? Pero, abstracción hecha de eso, he cometido un grave error: alejé todas las otras posibilidades de asegurar nuestra amistad al aproximarme a él mediante esas relaciones íntimas. Él no desea más que amar, y yo le gusto cada día más; de eso me he dado bien cuenta. En cuanto a él, nuestros encuentros le bastan; mientras que a mí me producen el efecto de un nuevo esfuerzo que obliga a volver a empezar cada vez, sin, a pesar de todo, poder decidirme a abordar los temas que tanto me agradarían poner en claro. He atraído a Peter a la fuerza, mucho más de lo que él pueda sospechar. Ahora bien, él se aferra a mí, y yo aún no he hallado la forma de que él pise con sus propios pies. Después de haberme percatado — bastante rápidamente, desde luego— de que no podía ser el amigo copartícipe de mis pensamientos, no he cesado de aspirar a elevarlo por sobre su horizonte limitado y a magnificarlo en su juventud. "Porque, en el fondo, la juventud es más solidaria que la vejez". Esta frase, leída en ya no recuerdo qué libro, se me ha quedado grabada, porque la encuentro justa. ¿Es posible que nuestra permanencia aquí resulte más difícil a los mayores que a los jóvenes? No. Indudablemente, eso no es verdad. Las personas adultas ya se han formado una opinión sobre todo, y no suelen vacilar ante sus actos en la vida. Nosotros los jóvenes tenemos que hacer doble esfuerzo para mantener nuestras opiniones, en esta época en que todo idealismo ha sido aplastado y destruido, en que los hombres revelan su lado peor, en que la verdad, el derecho y Dios son puestos en duda. 172