El diario de Anna Frank | Page 127

Gentileza de El Trauko http://go.to/trauko cama hasta las diez y cuarto. ¡Oh! Cuando vuelvo a pensar en el sábado a la noche, en nuestras, palabras, en las delicias de aquel momento, me siento contenta de mí misma por primera vez. Meditando de nuevo sobre aquello en este instante, no cambiaría ni una sola palabra de cuanto dije, lo que no me ocurre sino muy rara vez después de reflexionar. Cuando está serio, tanto como cuando ríe, es hermoso. Es todo amabilidad y bondad. Creo que lo que más le ha impresionado es el haber descubierto en mí no a la pequeña Ana superficial que los demás conocen, sino a una criatura totalmente diferente, una persona tan soñadora como él mismo y enfrentados a idénticas dificultades. Tuya, ANA Mi respuesta a Margot. Me parece que lo más adecuado será esperar simplemente y ver qué sucede. Peter y yo llegaremos pronto a una decisión definitiva: o seguimos como antes o iniciamos algo nuevo. No sé lo que saldría de ello; en cuestiones como ésta, no veo más allá de la punta de mi nariz. Sin embargo he tomado una decisión, y es ésta: en caso de que Peter y yo trabemos amistad, le diré que tú también lo quieres mucho y que estás dispuesta a ayudarlo si es necesario. Tú no querrás, ya lo sé; pero a mí no me importa. Ignoro absolutamente lo que Peter piensa de ti, pero no dejaré de preguntárselo. No hay nada de malo en ello, estoy seguro. ¡Todo lo contrario! Ven a reunirte con nosotros en el desván o en otra parte donde estemos. Nunca nos estorbarás, pues de común acuerdo sólo hablamos por la tarde cuando está oscuro. ¡Valor! Yo también lo necesito, y no resulta siempre fácil. Tu turno llegará más pronto de lo que crees. ¡Ojalá! Tuya, ANA Jueves 23 de marzo de 1944 Querida Kitty: Nuestros asuntos van un poco mejor. Por suerte, quienes nos proveían de cupones para alimentos han sido dejados en libertad. Miep se ha i ntegrado al trabajo desde ayer. Elli sigue mejor a pesar de su tos persistente. Pero Koophuis tendrá que guardar cama aún por bastante tiempo. Ayer, cayó un avión en la vecindad; la tripulación pudo saltar a tiempo con sus paracaídas. El aparato se estrelló contra una escuela vacía y causó algunos muertos y un ligero incendio. Los alemanes ametrallaron a los aviadores cuando aún estaban en el aire. Era espantoso. Los espectadores holandeses, ante semejante cobardía, estuvieron a punto de estallar de rabia. Y no podían decir nada. Nosotras, es decir, las mujeres de la casa, tuvimos un miedo terrible. ¡Qué abominables son esas ametralladoras! 123