El diario de Anna Frank | Page 124

Gentileza de El Trauko http://go.to/trauko soportar al otro. Él me encontraba fastidiosa; y en cuanto a mí, yo no había tardado en juzgarlo una nulidad, no comprendía por qué no flirteaba conmigo. Ahora me regocijo de ello. Cuando él me habló de su aislamiento voluntario, le dije que no veía gran diferencia entre mi bullicio y su calma; que a mí también me gustaba la tranquilidad, pero que únicamente lograba estar a solas con mi diario. El dijo que se alegraba de que mis padres tuvieran con ellos a sus hijas; por mi parte, también yo me alegraba de que él estuviese aquí. Nos dijimos todo eso y además cómo yo lo comprendía por querer mantenerse apartado y no ignoraba el tipo de relaciones que existían entre él y sus padres. —Me agradaría tanto ayudarte. —¡Pero si tú me ayudas constantemente! —dijo él. —¿De qué manera? —inquirí muy sorprendida; —¡Con tu alegría! Es lo más hermoso que él me haya dicho. Debe de haber empezado a quererme como amiga, y esto me basta por el momento. Por más que busque las palabras no las encuentro; a tal punto soy dichosa. Perdóname, querida Kitty. Mi estilo se ha venido muy abajo. Sólo te he referido algunas impresiones vitales. Tengo la sensación de compartir un secreto con Peter. Cada vez que él me mira con esos ojos, con esa sonrisa y ese guiño, me parece que se enciende en mí una llamita. ¡Con tal que eso siga así! ¡Con tal de que podamos seguir pasando horas juntos, horas y horas de felicidad! Tu feliz y agradecida, ANA Lunes 20 de marzo de 1944 Querida Kitty: Esta mañana Peter me ha preguntado por qué no iba más a menudo por la noche, diciéndome que yo no lo molestaba en absoluto y que su cuarto era bastante grande para los dos. Yo le hice notar que nunca me permitirían ausentarme todas las noches, pero a él le pareció que no había que dar a ello demasiada importancia. Entonces yo le propuse la noche del sábado siempre que hubiera luna... —En tal caso —repuso él—, la admiraremos desde el primer piso más bien que desde arriba. Entretanto, una sombra se ha cernido sobre nuestra dicha. Lo había pensado más de una vez. Peter le gusta también a Margot. No sé si ella lo ama, pero eso me inquieta. Tengo la impresión de hacerle daño cada vez que me encuentro con Peter, y lo más curioso de la historia es que ella sabe ocultar bien sus sentimientos. En su lugar, yo estaría enferma de celos; Margot me asegura que yo no tengo ninguna necesidad de apiadarme de ella. 120