El diario de Anna Frank | Page 107

Gentileza de El Trauko http://go.to/trauko Durante un segundo sentí el corazón oprimido: ¡Qué lástima que él no logre todavía desprenderse de un resto de doblez! Por lo demás, nuestra conversación fue agradable. Hablamos de papá, de la humanidad y de muchas otras cosas, que ya ni siquiera recuerdo exactamente. No me fui hasta las cuatro y media. Por la noche, volvió a decir algo muy bonito. Se vinculaba a una foto de artista que yo le había regalado y que pende de la pared de su cuarto desde hace más de un año y medio. Puesto que le gusta tanto, yo lo invité a escoger algunas otras de artistas de mi colección. —No —repuso él—. Prefiero tenerla sola a ella; la veo todos los días, y se ha transformado en mi amiga. Ahora comprendo mejor por qué abraza a Mouschi con tanta frecuencia. Se ve que él también siente necesidad de ternura. Luego dijo también (iba a olvidarlo): —No conozco el miedo. Sólo me asustan mis propios defectos. Pero pienso en ellos cada vez menos. El complejo de inferioridad de Peter es verdaderamente terrible. Se cree siempre estúpido, mientras que Margot y yo seríamos extraordinariamente inteligentes. No sabe cómo agradecerme cuando lo ayudo a estudiar francés. Tengo la firme intención de decirle un día: "¡Cállate de una vez, estás mucho más fuerte que nosotras en inglés y geografía!". Tuya, ANA Viernes 18 de febrero de 1944 Querida Kitty: Cada vez que subo al desván por una u otra razón, deseo ardientemente verlo a "él". En suma, mi vida aquí ha mejorado; porque, ahora, tiene un sentido y eso me regocija. Al menos, el objeto de mi amistad se encuentra siempre en casa, es fácil, y no necesito temer a ninguna rival, excepto Margot. No creo estar enamorada, no; pero algo me dice que el sentimiento que ha surgido entre Peter y yo puede llegar a ser muy bello: una amistad que aumentará con la confianza. Todos mis momentos de ocio los paso en su cuarto; cuando llego, ya no es como antes, cuando él no sabía exactamente qué actitud adoptar; ahora, ocurre todo lo contrario y, al irme, estoy ya junto a la puerta, y él no ha cesado todavía de hablar. Mamá no ve con buenos ojos mis idas y venidas; dice que no hago más que molestar a Peter, y que hay que dejarlo en paz. ¿Es que no comprenderá nunca que poseo sentimientos? Cuando subo al cuarto de él, mamá me mira siempre con expresión curiosa. Cuando bajo, me pregunta dónde he estado. Eso me parece insoportable. Tuya, 103