El diario de Anna Frank | Page 104

Gentileza de El Trauko http://go.to/trauko Sábado 12 de febrero de 1944 Querida Kitty: El sol brilla, el cielo es de un azul intenso, el viento es agradable, y yo tengo unas ganas locas —unas ganas locas— de todo... De charlar, de libertad, de amigos, de soledad. Tengo unas ganas locas... de llorar. Querría estallar. Las lágrimas me apaciguarían, lo sé, pero soy incapaz de llorar. No me quedo quieta, voy de una habitación a otra, me detengo para respirar a través de la rendija de una ventana cerrada, y mi corazón late como si dijera: "Pero, vamos, satisface de una buena vez mi deseo...". Creo sentir en mí la primavera, el despertar de la primavera; lo siento en mi cuerpo y en mi alma. Me cuesta lo indecible portarme como de costumbre, tengo la cabeza enmarañada, no sé qué leer, qué escribir, qué hacer. Sólo sé que me invade una gran ansiedad. Tuya, ANA Domingo 13 de febrero de 1944 Querida Kitty: Desde ayer, muchas cosas han cambiado en mí. Escucha. Yo sentía una ansiedad terrible —la tengo aún—, pero... me siento un poco, muy poco vagamente apaciguada. Noté esta mañana —seré, honesta— que, con gran alegría de mi parte, Peter no ha dejado de mirarme de cierta manera. De una manera muy distinta a la habitual; no podría explicártelo de otra forma. Siempre pensé que Peter estaba enamorado de Margot, y ahora, de repente, tengo la sensación de que me equivocaba. No lo he mirado durante el día, adrede; al menos, no mucho, pues cada vez que lo hacía me encontraba con su mirada clavada en mí, y además..., además es verdad, un sentimiento maravilloso me ha impedido mirarlo demasiado a menudo. Querría estar sola, completamente sola. Papá no ha dejado de notar que algo me pasa, pero me sería imposible contárselo todo. Querría gritar: "Déjenme en paz, déjenme sola". ¡Quién sabe! Acaso un día estaré más sola de lo que desearía. Tuya, ANA Lunes 14 de febrero de 1944 Querida Kitty: El domingo a la noche, con excepción de Pim y yo, todo el mundo escuchaba "La Música Inmortal de los Maestros Alemanes". Dussel movía constantemente los botones del aparato, lo que fastidiaba a Peter, y, desde luego, también a los demás. Después de una media hora de nerviosidad contenida. Peter le rogó más o menos irritado que dejara de 100