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E L D IARIO DE A NA F RANK
Sábado 8 de julio de 1944
Querida Kitty:
El apoderado, M.B., ha vuelto del campo con una cantidad
enorme de fresas, polvorientas, llenas de arena, pero fresas al fin.
No menos de veinticuatro cajitas para la oficina y para nosotros.
Inmediatamente nos pusimos a la tarea y la misma noche tuvimos
la satisfacción de contar con seis vasijas de conservas y ocho tarros
de confitura. A la mañana siguiente, Miep propuso que
preparásemos la confitura para los de la oficina.
A las doce y media, como el campo estaba libre en toda la
casa y la puerta de entrada cerrada, subimos el resto de las cajitas.
En la escalera, desfile de papá, Peter y Van Daan. A la pequeña
Ana le tocó ocuparse del calentador del baño y del agua caliente.
A Margot, buscar las vasijas. ¡Toda la tripulación actuando! Yo
me sentía desplazada en esa cocina de la oficina, llena hasta
reventar, y ello en pleno día, con Miep, Elli, Koophuis, Henk y
papá. Hubiérase dicho la quinta columna del reaprovisionamiento.
Evidentemente, los visillos de las ventanas nos aíslan pero
nuestras voces y las puertas que golpean me ponen la carne de
gallina. Se me ocurrió pensar que ya no estábamos escondidos.
Es extraña la sensación de que tengo derecho a salir. Llenar la
cacerola, a subirla enseguida... En nuestra cocina, el resto de la
familia se halla alrededor de la mesa limpiando fresas, llevándose
más a la boca que a las vasijas. No se tardó en reclamar otra vasija,
y Peter fue a buscar una a la cocina de abajo... desde donde oyó
llamar dos veces; dejando el recipiente, se precipitó detrás de la
puerta-armario, cerrándolo con sumo cuidado. Todos estábamos
impacientes ante los grifos cerrados y las fresas por lavar, pero
había que respetar la consigna: «En caso de que hubiera alguien
en la casa