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E L D IARIO DE A NA F RANK
Miep bebió diez copas. No está mal para una abstemia,
¿eh? Si ella hizo así, me pregunto en cuanto la habrá sobrepasado
su marido. Naturalmente, todos los invitados estaban un poco
achispados. Entre ellos, había dos policías militares que
fotografiaron a los novios. Dijérase que Miep no puede olvidar
un solo instante a sus protegidos clandestinos: sabiendo que ellos
eran de los «buenos», anotó inmediatamente el nombre y la
dirección de esos hombres, por si alguna vez hubiera necesidad
de ellos.
Mientras escuchábamos su relato se nos hizo agua la boca.
A nosotros, que nos contentamos para el desayuno con dos
cucharadas de sopa de avena y que tenemos el estómago vacío la
mayor parte del tiempo por no comer más que espinacas medio
cocidas (para conservar las vitaminas) y patatas podridas, ensalada
cruda o cocida, y nuevamente espinacas. Tal vez lleguemos a ser
fuertes como Popeye... ¡aunque de esto no tengo la menor prueba!
Si Miep hubiera podido llevarnos a esa fiesta de compromiso,
seguramente no habríamos dejado un solo panecillo a los otros
invitados. Puedo decirte que estábamos literalmente pegados a
ella, sacándole las palabras de la boca, como si nunca jamás
hubiésemos oído hablar de cosas buenas y personas distinguidas.
Y eso les ocurre a las nietas de un millonario. ¡Qué extrañas
vueltas tiene la vida!
Tuya,
ANA ¿no es demasiado poco para el cumpleaños de papá? No lo sé.
Mamá y Margot han compuesto, cada una, una felicitación en
verso.
Esta tarde, el señor Kraler ha venido con la noticia de que la
señora B., que antes trabajaba para ellos haciendo demostraciones,
ha expresado el deseo de venir a comer su vianda a la oficina,
todos los días, a las dos ¿comprendes? Ninguno de nuestros
protectores podrá ya subir a nuestra casa, las patatas ya no podrán
sernos entregadas, el almuerzo de Elli quedará suprimido, el W.C
nos será prohibido, no podremos movernos, etcétera.
Nos hemos devanado los sesos, todos, para encontrar
pretextos que la dis