EL DIARIO DE ANA FRANK el-diario-de-Ana-Frank | Page 129

E L D IARIO DE A NA F RANK del desastre. Mouschi, al encontrar la caja donde hace sus necesidades demasiado ocupada, utilizó el espacio adyacente, en tanto que Peter, con mano firme, quería poner al gato en el lugar indicado. Se produjo un estrépito, y el culpable, cuando hubo terminado, huyó por la escalera. Sin embargo, Mouschi había tratado de utilizar en parte su recipiente con aserrín. Sus orines resbalaron de la buhardilla, por una rendija, al techo del desván y, por desgracia, precisamente encima de las patatas. Y como el techo del desván no está desprovisto de pequeños agujeros, gotas amarillas cayeron sobre un montón de medias y algunos libros que se hallaban sobre la mesa. Yo me moría de risa; a tal punto el incidente resultaba cómico: Mouschi metido debajo de una silla. Peter con el agua con cloro y un trapo, y Van Daan calmando a todo el mundo. El desastre fue rápidamente remediado, pero nadie ignora que los orines de gato exhalan un hedor espantoso. No sólo las papas de ayer nos dieron la prueba flagrante, sino que el aserrín que papá ha quemado lo demostró también. Tuya, ANA P.D. - Ayer y esta noche, nuestra bienamada reina se dirigió a su pueblo por radio. Dijo que se toma vacaciones, con el fin de regresar a Holanda con nuevas fuerzas. Ha hablado de su retorno en un porvenir cercano, de liberación, de valor heroico y de pesadas cargas. Enseguida, un discurso del ministro Gerbrandy. Por último, un sacerdote ha implorado a Dios para que vele por los judíos y por todos cuantos se encuentran en los campos de concentración, en las cárceles y en Alemania. Viernes 12 de Mayo de 1944 Querida Kitty: Te parecerá extraño, pero estoy tan ocupada en este momento que me falta tiempo para terminar el trabajo que se me ha acumulado Quieres saber todo lo que tengo que hacer? Pues bien, mañana tendré que terminar la primera parte de Galileo Galilei, porque hay que devolver el libro a la biblioteca. Hasta ayer no lo empecé, pero conseguiré terminarlo. Para la semana próxima tengo que leer La encrucijada de Palestina y el segundo tomo de Galileo. Ayer terminé la primera parte de la biografía de El emperador Carlos V, y debo ordenar todas las notas y los árboles genealógicos. Tengo, además, las notas de otros libros, en total tres páginas extranjeras que pasar en limpio y que aprenderme de memoria. Está también mi colección de artistas de cine, que se ha vuelto un revoltijo, y me es absolutamente necesario clasificarlas; pero este caos me llevaría algunos días, y me temo que tendrá aún que quedar abandonado a su suerte, por el momento, pues la «doctora» Ana, como ya te dije, se siente desbordada. Tesco, Edipo, Orfeo y Hércules me aguardan; esperan que mi cabeza se ponga en orden, porque sus acciones se han introducido en ella como un tejido de hilos embrollados y multicolores. Mirón y Fidías también tienen necesidad urgente de ser tratados, pues si no corren el riesgo de desaparecer del cuadro. Pasa lo mismo, por ejemplo, con la Guerra de los Siete Años y la de los Nueve Años; es para mí una confusión inextricable. ¿Cómo hacer con una memoria tan desdichada como la mía? ¡Prefiero no pensar en lo que será cuando tenga ochenta años! Y me olvido de la Biblia... Me pregunto cuánto tiempo tardaré en llegar a Susana en el baño. ¿Y qué quieren decir con los pecados de Sodoma y Gomorra? ¡Qué de preguntas y qué de cosas por aprender! He abandonado completamente a Liselotte von der Pfalz. Ya ves, Kitty, que me siento desbordada. Ahora, otra cosa. Ya sabes desde hace tiempo cuál es mi mayor anhelo; llegar un día a ser periodista, y más tarde escritora célebre. ¿Seré capaz de concretar mi ambición? ¿O es mi manía de grandeza? Habrá que verlo, pero hasta aquí los temas no me faltan. En todo caso, después de la guerra, querría publicar una © Pehuén Editores, 2001. )129(