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E L D IARIO DE A NA F RANK
mi orgullo ha recibido un pequeño impacto. Porque fui demasiado
presuntuosa; Señorita Ana, lo que usted ha hecho está lejos de
ser perfecto! Causar semejante pesar a alguien a quien se dice
querer, e intencionalmente, por añadidura, no es más que una
bajeza, ¡una gran bajeza!
Lo que más me avergüenza es cómo papá me ha perdonado;
va a quemar la carta, y se ha vuelto tan amable conmigo que se
creería que es él el culpable. ¡No, Ana! ¡Tú tienes todavía mucho
que aprender! ¡En lugar de encarar a los demás y acusarlos, harías
mejor en volver a empezar!
He tenido mis penas, sí. Pero todos los jóvenes de mi edad
pasan por eso, ¿verdad? Yo interpretaba una comedia antes de
tener conciencia de lo que hacía; me sentía sola, pero rara vez
vencida. Hay que avergonzarse de eso, y me avergüenzo
terriblemente.
Lo hecho, hecho está; pero es posible corregirse. Volver a
empezar desde el principio, quiero hacerlo, y no debe de ser
demasiado difícil, pues tengo a Peter. ¡Con su apoyo tendré éxito!
Ya no estoy sola en el mundo. El me quiere y yo lo quiero,
tengo mis libros, los cuentos que escribo y mi diario; no soy
demasiado fea ni demasiado tonta; poseo una alegría natural y
buen carácter. ¡Ese es, pues, mi propósito!
Sí, Ana. Has podido comprobar muy bien que tu carta era
demasiado dura, y un gran error, y, por si fuera poco, ¡te sentías
orgullosa de haberla escrito! Tomando ejemplo de papá,
conseguiré enmendarme.
Tuya,
ANA
Lunes 8 de mayo de 1944
Querida Kitty:
¿Te he hablado alguna vez de nuestra familia? Creo que no, y
es una razón para empezar enseguida. Los padres de papá eran
muy ricos. Su padre había hecho fortuna solo, y su madre provenía
de una familia adinerada y distinguida. La juventud de papá fue,
pues, extremadamente agradable: bailes o fiestas, residencias
suntuosas, lindas muchachas, banquetes, etc. Todo ese dinero se
perdió durante la Primera Guerra Mundial y a causa de la inflación.
Papá, con su educación esmerada, debió reírse ayer cuando, por
primera vez en sus cincuenta y cinco años, tuvo que comer el
raspado de la olla.
Mamá proviene también de padres ricos. A menudo
escuchamos boquiabiertos sus historias de fiestas de esponsales
con doscientos cincuenta invitados, cenas y bailes de sociedad.
Ahora ya no se nos puede considerar ricos, Pero confío en que
nos reharemos después de la guerra.
A diferencia de mamá y de Margot, te aseguro que no me
contentaría con una pequeña vida restringida. Me gustaría pasar
un año en París y otro en Londres, para estudiar las lenguas y la
historia del arte. ¡Compara eso con lo que desea Margot, que
aspira a ser matrona en Palestina!
Tengo todavía llena la imaginación de hermosos vestidos y
personas interesantes. Cómo ya te he dicho, querría ver algo de
mundo, adquirir cierta, experiencia. Para eso, un poco de dinero
no vendría mal.
Esta mañana, Miep nos habló de una fiesta de compromiso
a la que estuvo invitada. Tanto el novio como la novia pertenecen
a familias adineradas. resultó, pues, particularmente elegante. Miep
nos embobó con su descripción del menú; sopa de legumbres
con albondiguillas de carne, queso, panecillos, entremeses con
huevos, rosbif, torta de moka, vinos y cigarrillos, todo a discreción
(mercado negro).
© Pehuén Editores, 2001.
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