El Corán y el Termotanque | Sexto número Año 2, número 6 | Page 31

Por Ezequiel Gatto Pasa un barco frente a Rosario, pasa un filipino que se embarcó en 2010 cansado de mirar siempre por la misma ventana de Manila, un noruego que se trajo un pen drive repleto de hardcore de Oslo, dos ingleses que cada tanto se toman una cerveza juntos en cubierta, cual pub sin techo y sin Londres, un argentino que jugaba en las inferiores de Boca hasta que sus compañeros lo mearon en el vestuario y se fue corriendo del club y no volvió nunca más, un bosnio que apenas habla bosnio porque su familia se escapó del país durante la Guerra de los Balcanes y que ama a Lovecraft, un mexicano que una vez se cruzó a Estados Unidos escondido debajo del asiento trasero de una camioneta, transpirado, casi asfixiado, por la goma espuma, para recolectar paltas en los campos californianos, un italiano que una noche, en un puerto de Brasil, le contó al australiano, que vivió tres meses en la Antártida cuidando plantines de menta, fresias y romero que los biólogos usaban para experimentos, que había vendido toneladas de cocaína en Napoli; a la mañana siguiente lo negó pero el australiano no le creyó que no fuera cierto. Pasa un barco, ese barco, frente a Rosario. Es de noche y todos duermen sobre un colchón de soja, una ola en la marea de sus vidas. 29