El Corán y el Termotanque | Cuarto Número | Page 23

CARDO se hicieron fuego las hojas de los robles. Entonces vimos quiénes eran los periodistas que iban a cubrir la noticia y ya sabíamos que iban a titular con algo mucho más puntual que la vaguedad de «actos vandálicos». Iban a buscar culpables. Pero ya teníamos el plan armado, y acá entraba a tallar el gordito Comiso. El gordo era un dejado, un personaje sin maldad. Agresivo pero inocente, un tipo que no se daba cuenta de la gravedad de los hechos. Le dijimos que sabíamos que el periodista que estaba junto al fotógrafo en la esquina del diario había descubierto que las molotov habían sido cargadas con nafta de la estación de servicio que regenteaba su padre, porque estaba muy diluida la nafta. El gordo salió como tiro a increpar a los tipos, que enseguida lo imputaron como sospechoso. A esta altura el asunto era todo humo. Dejamos que la cosa se agitara para poder llevar adelante el gran golpe: esa noche, al calor de la noticia, uno de nosotros se subió al techo de la imprenta y desde una ventana le tiró con un par de bulones a la máquina. El diario no salió por un mes y medio, pero cuando volvió a aparecer estábamos en la tapa: «Los fantasmas que aterran a la ciudad». mil. La propuesta fue hacer una cordillera de plástico en las tierras fiscales en las que se haría un gran parque de la ciudad en un futuro que no llegaría jamás, como el futuro que prometen las autopistas, y que, por abandono, estaban siendo ocupadas por trabajadores que llegaban como mano de obra flexible a las nuevas fábricas. Ante la posibilidad de que se hiciera algo sin tener que invertir de su bolsillo, la idea le pareció bárbara. Una montaña, luego podríamos hacer un centro turístico, dijo Soro, qué sé yo, quizás comprar una máquina de esas que hacen nieve y quién te dice. El intendente nos escuchaba pasivamente, como hacen todos los intendentes del mundo. Le hablábamos con la claridad de los datos, necesitábamos que la ciudad consumiera mucha gaseosa para que en dos años tuviéramos una montaña, es decir, un atractivo turístico. Él nos dijo algo como que veía que eso favorecería mucho a los fabricantes de gaseosa. Lo que hizo mella fue el discurso que le dimos, fundamentando que el turismo podría representar un ingreso económico sin precedentes para la ciudad, porque generaría ingresos netos sin demasiado esfuerzo, y que pin que pan. Y en la ciudad pueblo funcionaba perfectamente la sobrevaloración del turismo. Decíamos cosas como «El turista es bueno dos veces», «Al que nace turista dios lo ayuda», «No por mucho trabajar se turismea más temprano», «Al turismo no se le miran los dientes». El discurso terminó entrando gracias a nuestras demostraciones de seriedad y entusiasmo, por lo que todo intendente cree que una ciudad pueblo siempre necesita: jóvenes comprometidos y pujantes. iii A esa altura nuestras actividades estaban en boca de todos: ya habíamos tenido entrevistas con el intendente en las que habíamos propuesto, desde la escuela, seguir con la recolección de reciclaje y el asunto era qué hacer con la basura. Eso, en contrapunto con el desparramo que hacíamos por las noches, en la clandestinidad, parecía inverosí21