EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA El coronel no tiene quien le es - Gabriel Garcia M | Page 43
—Usted siempre tendrá veinte años menos —replicó el médico.
El coronel recuperó el aliento. Esperó a que don Sabas dijera algo más, pero
no lo hizo. Se puso una chaqueta de cuero con cerradura de cremallera y se
preparó para salir del dormitorio.
—Si quiere hablamos la semana entrante, compadre —dijo el coronel.
—Eso le iba a decir —dijo don Sabas—. Tengo un cliente que quizá le dé
cuatrocientos pesos. Pero tenemos que esperar hasta el jueves.
—¿Cuánto? —preguntó el médico.
—Cuatrocientos pesos.
—Había oído decir que valía mucho más —dijo el médico.
—Usted me había hablado de novecientos pesos —dijo el coronel, amparado
en la perplejidad del doctor—. Es el mejor gallo de todo el Departamento.
Don Sabas respondió al médico.
« En otro tiempo cualquiera hubiera dado mil» , explicó. « Pero ahora nadie
se atreve a soltar un buen gallo. Siempre hay el riesgo de salir muerto a tiros de
la gallera» . Se volvió hacia el coronel con una desolación aplicada:
—Eso fue lo que quise decirle, compadre.
El coronel aprobó con la cabeza.
—Bueno —dijo.
Los siguió por el corredor. El médico quedó en la sala requerido por la mujer
de don Sabas que le pidió un remedio « para esas cosas que de pronto le da a uno
y que no se sabe qué es» . El coronel lo esperó en la oficina. Don Sabas abrió la
caja fuerte, se metió dinero en todos los bolsillos y extendió cuatro billetes al
coronel.
—Ahí tiene sesenta pesos, compadre —dijo—. Cuando se venda el gallo
arreglaremos cuentas.
El coronel acompañó al médico a través de los bazares del puerto que
empezaban a revivir con el fresco de la tarde. Una barcaza cargada de caña de
azúcar descendía por el hilo de la corriente. El coronel encontró en el médico un
hermetismo insólito.
—¿Y usted cómo está, doctor?
El médico se encogió de hombros.
—Regular —dijo—. Creo que estoy necesitando un médico.
—Es el invierno —dijo el coronel—. A mí me descompone los intestinos.
El médico lo examinó con una mirada absolutamente desprovista de interés
profesional. Saludó sucesivamente a los sirios sentados a la puerta de sus
almacenes. En la puerta del consultorio el coronel expuso su opinión sobre la
venta del gallo.
—No podía hacer otra cosa —le explicó—. Ese animal se alimenta de carne
humana.
—El único animal que se alimenta de carne humana es don Sabas —dijo el