EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA El coronel no tiene quien le es - Gabriel Garcia M | Page 36
asistían al espectáculo a pesar de sus doce advertencias. Los chorros de luz, la
música estridente y los gritos de los niños oponían una resistencia física en el
sector. Uno de los niños amenazó al coronel con una escopeta de palo.
—Qué hay del gallo, coronel —dijo con voz autoritaria.
El coronel levantó las manos.
—Ahí está el gallo.
Un cartel a cuatro tintas ocupaba enteramente la fachada del salón: « Virgen
de medianoche» . Era una mujer en traje de baile con una pierna descubierta
hasta el muslo. El coronel siguió vagando por los alrededores hasta cuando
estallaron truenos y relámpagos remotos. Entonces volvió por su mujer.
No estaba en la casa del muerto. Tampoco en la suy a. El coronel calculó que
faltaba muy poco para el toque de queda, pero el reloj estaba parado. Esperó,
sintiendo avanzar la tempestad hacia el pueblo. Se disponía a salir de nuevo
cuando su mujer entró a la casa.
Llevó el gallo al dormitorio. Ella se cambió la ropa y fue a tomar agua en la
sala en el momento en que el coronel terminaba de dar cuerda al reloj y
esperaba el toque de queda para poner la hora.
—¿Dónde estabas? —preguntó el coronel.
« Por ahí» , respondió la mujer. Puso el vaso en el tinajero sin mirar a su
marido y volvió al dormitorio. « Nadie creía que fuera a llover tan temprano» .
El coronel no hizo ningún comentario. Cuando sonó el toque de queda puso el
reloj en las once, cerró el vidrio y colocó la silla en su puesto.
Encontró a su mujer rezando el rosario.
—No me has contestado una pregunta —dijo el coronel.
—Cuál.
—¿Dónde estabas?
—Me quedé hablando por ahí —dijo ella—. Hacía tanto tiempo que no salía a
la calle.
El coronel colgó la hamaca. Cerró la casa y fumigó la habitación. Luego puso
la lámpara en el suelo y se acostó.
—Te comprendo —dijo tristemente—. Lo peor de la mala situación es que lo
obliga a uno a decir mentiras.
Ella exhaló un largo suspiro.
—Estaba donde el padre Ángel —dijo—. Fui a solicitarle un préstamo sobre
los anillos de matrimonio.
—¿Y qué te dijo?
—Que es pecado negociar con las cosas sagradas.
Siguió hablando desde el mosquitero. « Hace dos días traté de vender el
reloj» , dijo. « A nadie le interesa porque están vendiendo a plazos unos relojes
modernos con números luminosos. Se puede ver la hora en la oscuridad» . El
coronel comprobó que cuarenta años de vida común, de hambre común, de