EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA El coronel no tiene quien le es - Gabriel Garcia M | Page 27
en la lata vacía.
—Es posible que por el interés de ganarse la plata lo resuelvan antes de enero
—dijo, y se convenció a sí mismo—. Para entonces Agustín habrá cumplido su
año y podremos ir al cine.
Ella rio en voz baja. « Ya ni siquiera me acuerdo de los monicongos» , dijo. El
coronel trató de verla a través del mosquitero.
—¿Cuándo fuiste al cine por última vez?
—En 1931 —dijo ella—. Daban « La voluntad del muerto» .
—¿Hubo puños?
—No se supo nunca. El aguacero se desgajó cuando el fantasma trataba de
robarle el collar a la muchacha.
Los durmió el rumor de la lluvia. El coronel sintió un ligero malestar en los
intestinos. Pero no se alarmó. Estaba a punto de sobrevivir a un nuevo octubre. Se
envolvió en una manta de lana y por un momento percibió la pedregosa
respiración de la mujer —remota— navegando en otro sueño. Entonces habló,
perfectamente consciente.
La mujer despertó.
—¿Con quién hablas?
—Con nadie —dijo el coronel—. Estaba pensando que en la reunión de
Macondo tuvimos razón cuando le dijimos al coronel Aureliano Buendía que no
se rindiera. Eso fue lo que echó a perder el mundo.
Llovió toda la semana. El dos de noviembre —contra la voluntad del coronel
—, la mujer llevó flores a la tumba de Agustín. Volvió del cementerio con una
nueva crisis. Fue una semana dura. Más dura que las cuatro semanas de octubre
a las cuales el coronel no crey ó sobrevivir. El médico estuvo a ver a la enferma
y salió de la pieza gritando: « Con un asma como ésa y o estaría preparado para
enterrar a todo el pueblo» . Pero habló a solas con el coronel y prescribió un
régimen especial.
También el coronel sufrió una recaída. Agonizó muchas horas en el excusado,
sudando hielo, sintiendo que se pudría y se caía a pedazos la flora de sus vísceras.
« Es el invierno» , se repitió sin desesperarse. « Todo será distinto cuando acabe
de llover» . Y lo crey ó realmente, seguro de estar vivo en el momento en que
llegara la carta.
A él le correspondió esta vez remendar la economía doméstica. Tuvo que
apretar los dientes muchas veces para solicitar crédito en las tiendas vecinas. « Es
hasta la semana entrante» , decía, sin estar seguro él mismo de que era cierto.
« Es una platita que ha debido llegarme desde el viernes» . Cuando surgió de la
crisis la mujer lo reconoció con estupor.
—Estás en el hueso pelado —dijo.
—Me estoy cuidando para venderme —dijo el coronel—. Ya estoy
encargado por una fábrica de clarinetes.