les habla de milagros, esto no significa que el mensa-
je de Jesús deba ser por ello despreciado, pues lo ver-
daderamente divino en su vida es su mensaje, no su
persona, y todas las tentativas que se hicieron des-
pués para divinizarle a él, a su madre, o a los apósto-
les, no fueron sino una aberrante forma de politeís-
mo con el fin de encumbrar de una manera insensata
y malintencionada la vida de este profeta.
No es mi intención culpar a los apóstoles de ello,
pues al inventar estas historias lo que trataron es de
conseguir que el mensaje de Jesús trascendiera en un
mundo repleto de supersticiones que no estaba dis-
puesto a aceptar a un mesías que no hiciera milagros.
En cambio sí es responsable la iglesia, pues una vez
se consiguió que el mensaje de Jesús se conociera en
toda la tierra se debió de oponer a cualquier forma
de adoración de su persona de su madre o de los
apóstoles, pues lo verdaderamente divino es el men-
saje de Jesús. Porque lo importante no es quien nos
transmite un mensaje o una enseñanza, lo importan-
te es la enseñanza en sí misma, Cristo fue el último
eslabón en la transmisión de una cultura que llevaba
muchos siglos de evolución y solo por esto resulta jus-
tificado escucharle.
Tampoco es correcto afirmar que Jesús era judío,
pues es como decir que no tenía nada nuevo que
aportar a su religión y Jesús ante todo era un profeta,
es decir un filósofo innovador dispuesto a denunciar
los fallos allí donde los veía, esa fue la razón de que
los líderes religiosos pidieran su muerte. También hay
quienes quieren ver en Jesús a un personaje político
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