EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 43
mercado de cerdos de Straubing, regateando en medio de grandes aspavientos
de pies y manos-, no es que me hayan hecho nunca mucha impresión
principesca que digamos. Ni siquiera en mi favorito, el letrado Dr. Levinger, he
podido descubrir hasta ahora ese algo específicamente regio; ha debido ser
que me habrá pasado desapercibido, en el fragor de la disputa de todos los
procesos que me ha entablado. En cambio el que sí que tiene ese algo, incluso
harto acusadamente, es Auer (133) , no hay más que mirar la estampa que tiene;
y eso que él no es judío, sino únicamente un auténtico capullo simiesco* –toda
vez que ése es el calificativo con el que moteja el Talmud a todos los gentiles si
se les compara con los hombres en sentido estricto, es decir, los israelitas (134) .
De su íntimo trato con los judíos cabe colegir, de todos modos, que él no se
considera aludido por una tal jerarquía de rango. En fín, cada cual tiene sus
gustos».
[* N.del T.: Se trata de un juego de palabras de Eckart; pues si la
palabra alemana “Affe” significa “mono, simio”, hay un uso coloquial de ella en
la que su significación es la de “idiota, capullo”; jugando con esa ambigüedad,
Eckart llama a Auer “capullo” al tiempo que hace referencia a la conocida
doctrina talmúdica de que el resto de seres humanos serían meros simios o
animales con forma humana creados para servir al judío –el Adam Kadmón o
único hombre verdadero; para connotar ambos aspectos, se ha optado en la
traducción por la expresión “capullo simiesco”]
«Creo que ni siquiera en un diccionario de medicina» –replicó Hitler-
«sería uno capaz de hallar una expresión que hiciera suficiente justicia a la
megalomanía judía. ¡Y lo bien que saben disimularla, su talento teatral es que
es de fábula! Claro que siempre hay ocasiones en las que dejan traslucir su
verdadera esencia. En cierta ocasión, estando cerca de una niñita judía a la
que se acababa de preguntar si era católica o protestante, me llegó que decía,
mortalmente ofendida: “¿Pero qué es lo que se han creído? Yo lo que soy es
judía”. Al mismo tiempo, en otra parte allí cerca, se hallaba su padre
deshaciéndose en continuas reverencias ante los presentes. Hasta un judío
que sea rey se rebaja hasta el nivel del más obsequioso gusano cuando cree
que puede sacar tajada de ello».
«Cuando uno está al tanto de eso» –repuse yo- «se lo llevan los
demonios cada vez que ve la fraternal camaradería que gasta cualquiera de
estos apestosos judíos cuando se halla congregado con nuestros trabajadores;
¡”correligionarios”, “queridos amigos míos”! y tal y cual, pero interiormente, el
más ilimitado desprecio. Y la buena gente sencilla se lo cree a las mil
maravillas, lo que la vuelve valiosa para ellos. Es como para desesperarse,
vamos».
«En tanto sigan teniendo en sus propias filas a los proxenetas judíos
como cabecillas, continuaran percatándose de su verdadero propósito en tan
escasa medida como el resto de las clases sociales, que se hallan en el mismo
caso sin excepción. Durante una buena temporada, de lo único de lo que se
hablaba era de la “intelligentzia” (intelectuales) proletaria. Ahora,
ostensiblemente, ese asunto se ha apagado. El semita negroide ya había
acabado bien del todo sus deberes al respecto. Una bonitos intelectuales éstos,
que jamás se permiten echar un vistazo al mundo exterior sin las anteojeras del
Partido. Pero el objetivo había sido alcanzado: el obrero se cree ya, como por
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