EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 41
embargo, así es como se las gastan todos estos pimpollos. Primero no se dan
por aludidos cuando se les ponen en evidencia sus mentiras; y al momento ya
están afirmando rotundamente lo contrario.“¡Las nacionalidades –chilla el
Cremieux (125) - tienen que desaparecer!”. ¡Las religiones tienen que pasar!
Israel nunca cesará, y la religión de Israel jamás saldrá perjudicada, porque ella
fue la que concibió el carácter único de Dios. Ya está, clavado: el carácter
único de Dios, nada más que añadir. Así que ahora ya no queda sino esto: si
las cosas están así, entonces el resto de nacionalidades y religiones lo que
tienen es que desaparecer, cueste lo que cueste. El más auténtico manicomio,
es lo único que puedo decir. Pero la locura tiene método. Los ingenuos lo
escancian candorosamente sobre las multitudes. Nuestros trabajadores
podrían cantar una bonita canción alusiva». (Nota: la Internacional).
«Y otra casi igual de bonita nuestra casta instruida» –refunfuñó Hitler.
«Ya puede venir de los judíos lo que sea; que para ellos es el Evangelio.
Huelga toda comprobación. Basta con que esté impreso. Cierta Rebeca (126)
llama al Talmud “monumental obra del espíritu, de grandioso carácter”, “un
monumento imperecedero del pensamiento, al que los milenios han ofrendado
las odas de su experiencia”; esto le da al profesor alemán la orientación; se
abalanza sobre el cuaderno y al día siguiente sin falta sus alumnos han
devorado y digerido el nuevo “mazacote” (127) . La causa de esto radica empero
en nuestros institutos de bachillerato, cuyo patrón responde a la creencia de
que su cometido es formar genios en serie, vamos, cuando en lugar de ello lo
único que hacen es despachar un lacayo detrás de otro en cadena».
«Basta hojear un par de horas en el Talmud (128) » –proseguí, «y ya no
queda una duda en pie respecto a los judíos. Se entiende que los judíos
pongan el libro por las nubes. Cuando miran en su interior, es su propio y más
íntimo ser el que les devuelve la mirada. Y salta a la vista que en ello hallan la
mayor fuente de regocijo. Ello lleva a que en cada judío haya un talmudista,
aún cuando no conozca el Talmud. No tiene la menor importancia cuándo fuera
escrito. Ni siquiera hacía falta haberlo escrito; ya con el primer judío hubiera
estado presente igual. Los jefes de la comunidad judía lo saben perfectamente.
Lo único que ocurre es que sólo reconocen este hecho de forma metafórica. En
1894, el rabino Dr. Gronemann alardeaba con insuperable displicencia ante un
tribunal de Hannover de que “el Talmud es una autoridad imprescriptible”. En
1888, el Profesor Cohen dejaba caer en tono imperativo ante un juzgado de lo
penal en Marburgo que “las doctrinas jurídicas del Talmud son más vinculantes
que las gentiles”. Y dejó sentado al respecto –fíjate bien, por favor- que había
judíos no creyentes que a pesar de ello no por eso debían considerarse
excluídos de la comunidad judía, “ya que seguían reconociendo las doctrinas
morales del Talmud”. ¡Una obra de arte! Es que no pueden resistirse: cada
cierto tiempo estos linces se van de la lengua con monótona regularidad; lo
único que ocurre es que nosotros no estamos atentos. En París, en torno a
1860, un comité reformista judío amparado por la Alianza Israelita Universal
declaró que en lo concerniente al Talmud, reconocía su incondicional
preeminencia sobre la Ley mosaica en conjunto. Y respecto al Schulhan
Aruch, que es una especie de Talmud para uso doméstico, pone en la
Enciclopedia Pierer, de la mano de un rabino, el Dr. Rahmer, que habría sido
adoptado por la comunidades israelitas como regla normativa para la práctica
religiosa. ¿Adoptado? ¡Qué chistoso! Bueno, pues ya puestos, dentro de un
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