EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 18
Cuando Ciro consintió el regreso de los judíos a Palestina, lo que ocurrió -tal
como manifiesta Delitzsch- no fue nada de aquello que los profetas habían
previsto, sino algo de cajón: que la aplastante mayoría pasó de lo lindo, se
ciscó mismamente en Sión, en inconmensurable número siguió asentada, más
contenta que unas castañuelas, en Babilonia, donde siguió usureando hasta
apurar las heces. Lo que queda así de bien expresado luego: Contemplábamos
las aguas de Babilonia y sollozábamos al rememorar Sión. El dicho popular
conoce el asunto mejor. “Se les hacía la boca agua con los vinos de Babilonia”,
dice. (N. del T.: juego de palabras intraducible en español, que juega con la
similitud fonética entre “weinen” (llorar) y “Weinen” (vinos), así como la
existente entre “Wassern” (aguas) y “wassern” (remojar-se, empaparse); para
mantener siquiera una reminiscencia de ese juego de palabras se ha optado en
la traducción por “hacerse la boca agua”. Una traducción literal diría: “...se
empaparon de los vinos de Babilonia”).
«En el año 1627 no había en Jerusalén mas que dos únicos habitantes
judíos; hasta la Primera Guerra mundial, el número de judíos en toda Palestina
apenas se había incrementado hasta los 120.000 (47) , a pesar de que desde
tiempos inmemoriales han tenido el acceso libre, y está comprobado que
tampoco les han faltado los medios. Los restantes 20 ó 24 millones, o más aún
–no se puede comprobar tal extremo con precisión, ya que no somos nosotros,
sino los judíos los que hacen el recuento- siguieron cebándose en todo el
mundo a costa del sudor ajeno. No hay quien pueda concebir cómo iba a
acoger la pequeña Palestina a esta enorme multitud de una sola vez».
«Tampoco es que haga falta» –contrapuso Hitler-. «Como figura en el
papel ya hay justificación de sobra. ¡Israel vuelve a tomar conciencia de sí, ya
se le desprenden las cadenas, el sol del nuevo Estado de derecho divino se
eleva sobre Sión! ¡Vaya teatrito! ¡Al fin solucionado! Todo queda petrificado de
veneración. Los judíos risotean por lo bajo de incontenible sarcasmo».
«Ya la resolución», -quise proseguir...
«¡Anda que no» -apela él-, «aquí sí que se destapa el asunto! ¡En este
punto es donde se les ve el plumero más que en ninguna otra parte! ¡En la
resolución del Congreso mundial judío de 1919 en Filadelfia! “Los judíos son
ciudadanos del nuevo Estado judío de Palestina, si bien poseen
simultáneamente la totalidad de los derechos ciudadanos de cualquier Estado
en que les pluguiere vivir”. Uno tiene que leer esto dos veces, qué digo, cien
veces, si es que no quiere tomar semejante nonplusultra del descaro por una
descabellada alucinación. Los ingleses son ciudadanos del Imperio británico;
cualquier inglés al que le pluguiera vivir en Alemania, en Francia o en Italia
poseerá allí también todos los derechos propios de su ciudadanía inglesa, si
bien al mismo tiempo poseerá además la totalidad de derechos ciudadanos del
país correspondiente! ¡Cabe imaginarse tal cosa, para preguntarse por el
griterío furioso que se levantaría no ya entre nosotros, entre los franceses o los
italianos, sino entre los mismos judíos, si el pueblo inglés hubiera concebido
efectivamente semejante resolución! Empero, el Congreso Mundial Judío deja
caer su resolución de forma tan categórica como si fuera una orden».
«Dada la idiosincrasia judía» –interpuse yo- «tampoco es que ello haya
constituido ninguna sorpresa en especial. De aquí salió Cohn el magnífico
promovido a Presidente del Reich alemán. Su residencia oficial se sitúa en
Berlín. ¿Pero quién sabe, después de todo? Acaso resida oficialmente en
Jerusalén. Y hasta puede que el magnífico Cohn sea el cabeza de Estado no
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