EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 17
del Congreso se hizo la siguiente afirmación oficial: ¡Ya en 1915, o sea en un
momento en que a la América auténtica no se le había pasado por la cabeza ni
en sueños el entrar en guerra con nosotros, en el que a cualquiera que hubiera
llegado ni siquiera con la más leve insinuación al respecto se le habría echado
a patadas instantáneamente, se había reunido ya allí una Comisión orientadora
de carácter secreto destinada única y exclusivamente al propósito de hacer los
preparativos necesarios para la guerra! ¡En el año 1915, tiene tomate que dos
años enteros antes de la entrada de los Estados Unidos en la guerra! ¿Y quién
era el que había movido los hilos en aquel entonces? Junto al honorable
Wilson, el judío, hasta entonces totalmente desconocido, Bernard Baruch;
quien posteriormente declaró en estos términos literales ante la Comisión
especial, tan facundo él: “Yo tenía la certeza absoluta de que habría guerra desde mucho
antes de que llegase” (43) . Y que nadie se levantara e hiciera papilla a semejante
bellaco retorcido...».
«Está probado que la determinación de los máximos organismos rectores
judíos relativa al desencadenamiento de la Guerra Mundial se retrotrae muy
lejos» –dijo Hitler. «En 1903, el Presidente del 6º Congreso Sionista celebrado
en Basilea, Max Nordau, proclamó, en medio de una tensa expectación, que
Theodor Herzl podía garantizar que nos encontrábamos a las puertas de una
terrorífica conmoción del mundo entero (44) . ¡El bueno de Herzl ! ¡El pedazo de
idealista! Y nuestros augures y adivinos se sentían conmovidos cada vez que
pensaban en este Patriarca desterrado; ¡y ello aun cuando hasta los burros
están al tanto de los mangoneos que se ha traído con nosotros su asqueroso
pueblo! No, amigo mío, aquí se acabaron los truquitos mágicos seductores. Y si
hasta en el Más Allá me topara con una Agrupación Nacional de ciudadanos
del Cielo de religión judía, exclamaría ante la Asociación: ¡Vade retro al
infierno, embaucadores ! ¡ Es que sería ya el colmo tolerar que vendiérais
hasta el Olimpo!»
«Herzl era sionista» –acoto.
«¡Lo que era es judío!» –dijo Hitler dando un golpe sobre la mesa.
«¡”Judío” lo dice todo en una palabra! ¡No hay la menor diferencia entre ambos!
A menos que se elabore una artificial que sirva de reclamo de perdices. ¡La
Nación sagrada quiere volver a tener su propio Estado! Se ha escuchado bien:
¡volver a tener! ¡Una Nación sagrada que nunca fue tal, y un Estado que jamás
existió! El que las correrías y escabechinas de ese “Estado” en Palestina no
llegaran a abarcar ni seis siglos hasta que los asirios pusieran fin a su zapateta,
deja entrever ya la magnitud, que escapa a toda ponderación, de la
degenerada corrupción imperante en él. ¿Esto, esto es el fundamento de su
Estado? Bien, leamos pues el Antiguo Testamento buscando su eco: Primero la
ininterrumpida secuencia de matanzas y rapiñas ejecutadas sobre pueblos
extranjeros, lo que colmó durante una buena temporada todas las aspiraciones;
luego, hasta las últimas consecuencias, la más taimada y calculada sedición,
una anarquía fundamental en oleadas sucesivas. Tal como enuncia con toda
razón Bleibtreu (45) , ése que constituye el pináculo de las mañas de Estado
judías, lo más granado de ellas, su auténtico título de honor, el rey David, es un
mangante de tal envergadura que no tiene bastante ni con la infamia sin
parangón de la misiva dirigida a Urias: aún en su lecho de muerte, confió a su
hijo la misión de asesinar al General Joab, ya que por desgracia para él en
persona un juramento le impedía cobrarse la menor v enganza del antiguo
camarada de guerra. Si bien luego la cosa se queda en agua de borrajas.
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