EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 15
excremento (31) . El físico Einstein, al que la propaganda publicitaria judía hace
relucir como si fuera un segundo Kepler, declara que no tiene nada que ver con
el espíritu alemán; le parecen “fuera de lugar” las usanzas propias de la
“Agrupación Nacional de Ciudadanos Alemanes de Credo Judío”, pero sólo en
tanto comunidad religiosa judía, no en tanto que se desmarca, señalando su
idiosincrasia propia, del conjunto del pueblo alemán (32) . ¿Un mirlo blanco? No.
Sólo alguien que deposita en su propio pueblo una fe que salva todos los
obstáculos, y que ya no considera necesario seguir disimulándolo. Hasta la
propia Agrupación Nacional ha acabado quitándose la careta. Un tal Dr. Brünn
reconoció con toda franqueza que los judíos no pueden tener el menor
sentimiento patrio (33) . Malinterpretamos sistemáticamente, en calidad de
impulso irracional, sus amorfas maniobras en pos de amoldarse en cualquier
medio y elemento. ¡Es el verlas como algo no premeditado lo que consigue que
el espectáculo de tanto judío de Galitzia que se presenta primero como alemán,
luego como inglés, para acabar convirtiéndose en americano, no despierte la
menor reticencia en contra, y menos aún de orden consuetudinario! Pasa de
ser lo uno a lo otro con la misma facilidad con la que se chasquean los dedos.
Se transforma aquí y allá con velocidad simiesca, y dependiendo del lugar al
que estén aferradas sus zarpas en ese momento, arranca a cantar lo mismo el
Wacht am Rhein que la Marsellesa o el Yankee doodle. De fijo que ni el Dr.
Heim siquiera se atrevería a discutir el hecho de que la residencia de hoy de
nuestros Warburg, nuestros Bleichröder, nuestros Mendelsohn, mañana podría
trasladarse a Londres o a Nueva York como si tal cosa, con su correspondiente
patriotismo incluido. A Walther Rathenau se le escapó en una ocasión lo
siguiente referido a la comunidad judía berlinesa: “¡A la orilla de la Marca de
Brandeburgo hay una horda asiática!” (34). Se le olvidó acotar que la misma horda
hay ante el Isar, ante el Elba, ante el Meno, ante el Themse, ante el Sena, ante
el Hudson, ante el Neva, ante el Volga. Y por doquier desenvolviéndose en el
entorno con la misma falsía. Sin embargo nuestros augures y adivinos siguen
haciendo distingos entre los judíos residentes y los transeúntes, entre los que
ya están asentados y los recién llegados, entre los del Este y los del Oeste; y
cuando la nómina entera de tahúres tiene ya bien asegurado el monopolio, ésta
se encoge de hombros y suelta: Cada nación tiene los judíos que se merece. Y
para los primeros la cosa no parece ir con ellos por el hecho de que sea un
judío el que haya dicho esto (35) . Suena tan bien... ¿Qué más da que con ello se
nos endilgue de paso una sonora bofetada? En 1916, Samuel Gompers, el
dirigente de la socialdemocracia americana, proclamaba: ¡Israel entero se
alinea abiertamente de parte británica! O sea, el judaísmo al completo.
También el norteamericano Ford estaba al tanto de ello. Se refirió a la
deslealtad de los supuestos judíos alemanes contra la propia nación en la que
residían. ¿Y cuál es la causa de que se hayan unido al resto de los judíos para
caer sobre Alemania?, deja caer con sarcasmo el judío: ”Porque el alemán es
una bestia perversa, una criatura retrógrada y medieval, que no comparte la
más mínima noción de nuestros valores propios. ¿Y esa es la chusma a la que
supuestamente deberíamos asistir? No, esa chusma tiene los judíos que
merece”. Desde luego que no se puede llevar el descaro más lejos» –reflexioné
yo.
«Estoy rememorando en este momento los acontecimientos de Rusia».
«En el año 1870, a los alemanes se nos daba la prerrogativa de ser un
gran pueblo. Es que los judíos consideraron que había llegado la hora de
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