EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 14
con toda la facundia del mundo que los judíos probaron ser buenos súbditos
alemanes en virtud de su comportamiento heroico en las guerras de
liberación».
«Sí, lo mismo que en la Guerra Mundial» –replica Hitler con un
aspaviento despectivo que lo dice todo. «Si por mi fuera, en cada escuela, en
cada confluencia de calles, en cada pensión de huéspedes, tendría que colgar
un cartel que no airease otra cosa sino el dicho de Schopenhauer (27) sobre los
judíos: ”los grandes maestros de la mentira”. Es lo más acertado que se ha
dicho nunca. Y hace justicia a todos sin excepción, ya puedan ser de clase alta
o de humilde, especuladores de Bolsa o rabinos, bautizados o escindidos de su
comunidad. ¡El pueblo esclavizado, perseguido durante milenios! Y los espíritus
candorosos vuelven a picar una y otra vez el anzuelo. Desde luego que suscitó
el repudio general, pero sólo luego de que hubiera abusado escandalosamente
de la hospitalidad que se le había ofrecido en la nación que fuera y de haberle
robado a ésta hasta la camisa. Así ocurrió en todos los casos: ¡en el antiguo
Imperio Romano, en Egipto, en Asia, luego en Inglaterra, en Italia, en Francia,
en Polonia, Holanda, Alemania, e incluso, tal como escribe literalmente
Sombart, “en la península ibérica, en la que tanto favor habían conocido”!. ¡Ya
Cicerón ponderaba apesadumbrado el continuado trasvase de las reservas de
oro romanas a Jerusalén! (28) . La explicación de semejante cosa la
encontramos en su contemporáneo de origen judío Josefo: en aquella época,
más de dos millones de judíos, procedentes de todas las provincias del
gigantesco Imperio, realizaban su piadosa peregrinación anual al Templo de
Salomón (29) . El pastel quedó al descubierto más adelante, cuando se produjo
la conquista de Jerusalén por Tito; la Casa de Dios escondía en sus bóvedas
subterráneas ingentes cantidades hacinadas de oro. Por lo que parece, en el
presente la madriguera se encuentra en América; Henry Ford cuenta cómo en
su patria es un aserto comúnmente aceptado eso de que los Estados Unidos
supuestamente se hallan en posesión de más oro que cualquier otro país del
mundo. ¿Pero dónde habrá de estar? “¿Cuánto hace que no se ha vuelto a ver
un lingote de oro?”. El gobierno se halla endeudado hasta las cejas, ni siquiera
puede pagarle su pensión a los inválidos de guerra, y sin el menor resquicio de
duda que el oro se encuentra metido en América, pero no precisamente en
manos de los americanos» (30) .
«¿Cuánto hace que no se ha vuelto a ver un lingote de oro en Suiza, en
Inglaterra, en Holanda, en Francia, en los países escandinavos?» –extrapolé
yo, «a finales de 1922, estando en Suiza, no vi ni uno en circulación, papel y
nada más que papel, la misma película que entre nosotros. Y la misma
situación en el resto del mundo. Hicimos el canelo a base de bien cuando
depositamos todo el oro en el Reichsbank. Lo mismo hubiera valido llevarlo
directamente a las sinagogas».
«En la misma senda prosigue, hoy como hace dos mil años. Digo yo qu