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Ciudad de México / Mayo 31, 2020.
el tío cool
Luis Lara
[email protected]
LuisLara.FreeSoul
De la
peste a la
digitalización
La peste aceleró el Renacimiento,
tal como hizo la irrupción de la
COVID-19 con la digitalización,
especialmente en el sector asegurador,
industria que, desde mi perspectiva, aún
se resistía a dar pasos firmes en el camino
hacia la transformación digital.
Durante la Edad Media —época que
de “media” solo tuvo el nombre— fueron
las resistencias sociales y religiosas las
que impidieron un avance acelerado en
el orbe.
Es ocioso hablar del nuevo coronavirus
y paralelamente no prepararse para
sus consecuencias. Habiendo revisado
los efectos que generó el distanciamiento
social, se concluye que los medios
electrónicos nos “acercaron” como sociedad.
En tal sentido, sigo dudando de
si también nos unieron como especie.
Muy pronto quisimos hacer lo mismo
por diferentes caminos: cursos,
conferencias, webinars… Parecía que
la cantidad de
horas frente a la
pantalla podría
subsanar la distancia
social, por
lo que seguíamos
sin distinguir el
camino, ya que
todo “permaneció”
igual en
cuanto a relaciones
interpersonales.
De ahí que
lo único que se
haya modificado
fuera el medio de
transmisión.
Insisto: renacer
no es hacer
lo mismo por diferente medio; renacer
implica ver el mundo con una nueva mirada,
iniciando por ser mejores personas
—convivir, descansar, crecer, etcétera—
y siguiendo con una propuesta diferente
de valor para tus clientes, lo que se percibirá
como un nuevo servicio. La respuesta
a esta promesa es la clave de los
siguientes años.
Escribo este artículo en pleno pico
#Seguros #Ventas
de la pandemia —espero que así sea—,
y aún percibo de manera muy difusa los
grandes cambios que todos esperaríamos
para las pequeñas y medianas empresas
de agentes de seguros.
Me concentro ahora en las preguntas
base para este renacimiento: ¿cómo entender
ahora los motivos por los que se
compra un seguro? ¿Cómo interactuar
en un mundo tridimensional plano?
¿Cuáles son las variables que determinan
mi éxito? ¿Qué posibilidades existen
para crecer en este momento?
Esta última pregunta parece al menos
insensata en momentos en los que todo
el mundo está concentrado en sobrevivir.
Si estás concentrado en sobrevivir,
eso pasará; es decir, en donde pongas
tu mente ahí todo florecerá. Insisto: recuerda
la Edad Media. Los que pensaron
después de la peste que todo seguiría
igual pues dejaron de existir. Los que visualizaron
los cambios y se adaptaron al
entorno y nuevas condiciones realizaron
las grandes obras.
El resultado está en la mente del asesor:
¿quiero reinventarme para posicionarme
y crecer o quiero protegerme
para sobrevivir? ¿Cuál de los dos paradigmas
guiará tu camino?
Si estás pensando en carencia o en
abundancia, sé cuidadoso, porque eso
atraerás. ¿Sigues pensando en ciudades
medievales amuralladas o estás pensando
de manera cuántica?
De manera cuántica significa sopesando
los límites de espacio y tiempo,
que hoy ya no existen. En cuanto al espacio,
antes por distancia física era posible
una actividad limitada; ahora eso no
existe. Antes definías tu lugar de trabajo
con base en tu oficina. Eso ya no existe.
Antes vivías cerca de tu lugar de trabajo
y clientes. Eso ya no existe. Solo echa un
vistazo a Europa: los inmuebles en Madrid
están bajando de precio, y las fincas
cerca de las grandes ciudades están subiendo
de valor.
En cuanto al tiempo, antes atendías
a tus clientes cerca, para maximizar tu
tiempo; eso ya no existe. Tu actividad
—principalmente en las grandes ciudades—
estaba limitada por los traslados.
Eso no existirá.
Los horarios
estaban basados
en horarios
de negocio.
Aún no tengo
claro cuáles serán
los nuevos.
Lo que espero
también
es que se tenga
el tiempo para
darse ese lujo
de reunirse
por el placer de
conversar con
las personas,
y no solo para
negocios. Las
entrevistas de trabajo serán diferentes.
Antes no tenías tiempo de ver a las personas
queridas, y mira hoy: te quejas de
tener mucho tiempo. ¡Qué paradoja!
Sobre todo, espero que todo esto traiga
una mejor vida en la que el descanso,
la posibilidad de no hacer nada y la creación
sean tu renacimiento; y tu propuesta
de valor se base en las emociones, y no
en la productividad.
Te lo aseguro
Hugo Silva
[email protected]
La nueva
“normalidad”
“¡Bienvenidos a la nueva normalidad!”
suena extraño… ¿En realidad
estamos ante algo novedoso? ¿Será
que efectivamente el temor de muchos
fatalistas (me incluyo) respecto a situaciones
que rogábamos no vivir —guerras
bacteriológicas, por ejemplo—
mutó en impactante realidad? ¿Qué rayos
hicimos como especie que nos orilló
a obtener como respuesta un agresivo
intento de supervivencia por parte del
planeta?
La respuesta, queridos amigos, es que
hemos sido indolentes, irresponsables y
perezosos. Respaldo esta afirmación remontándome
a los primeros contactos
conscientes con nuestro entorno. Con
toda seguridad, más de uno recordará
aquellas añoradas lecciones de Ciencias
naturales, sí, en los célebres libros
de texto (que además eran la única herramienta
de consulta de primera mano
con la que contábamos). Ahí destacaba
ya el grave problema que representaba
la contaminación, la sobreexplotación
de los recursos naturales, la terrible dependencia
respecto a los combustibles
fósiles y el cada vez más preocupante
incremento de la densidad de población,
solo por señalar algunos.
Pensábamos que el destino era un horizonte
tan lejano que difícilmente nos
tocaría; pero no solo nos alcanzó, sino
que nos atropelló de forma brutal. En
esta circunstancia, en esta época, estamos
viviendo el inicio de un proceso
evolutivo que no solo gestará al nuevo
ser humano, sino que también ayudará
al establecimiento pleno de la sociedad
virtual, el teletrabajo como forma habitual
de generar riqueza, la dependencia
casi absoluta (¿más?) frente a la tecnología,
las relaciones frías, el criterio vacío,
la mentira fácil escondida tras la pantalla
de la computadora, el sexo virtual y
situaciones tan absurdas como la representación
de la descendencia en forma
de tamagotchi.
¿Suena familiar? ¡Claro, porque es
nuestra realidad! Lo verdaderamente
conmovedor es que, contrario a lo que
señala el genial Bruce Springsteen al
cantar We didn’t start the fire, nosotros,
#Opinión
los habitantes de la esfera azul, sí iniciamos
este pandemonium.
El proceso evolutivo —por definición—
es constante. No negaremos que
el actual muestra claros indicios de una
aceleración pocas veces vista. Tenemos
frente a nosotros la forma en que opera
el proceso de selección natural, aportación
de Charles Darwin, la cual se considera
el eje de la evolución. Así, solo los
individuos más aptos logran sobrevivir.
Adaptarse o morir, reza el lema.
Abriendo un paréntesis breve para
contextualizar, diremos que esta crisis
sanitaria nos ofrece ambas caras de la
moneda, lo mejor y lo peor, lo sublime y
lo absurdo, lo que es cierto y lo que no lo
es, la virtud y la ignominia. Claramente
me refiero con esto al comportamiento
—en esta contingencia de salud— de
la población en nuestro país. Mientras
que algunos se han apegado responsablemente
a las medidas de mitigación y
control (incluso sin estar de acuerdo con
éstas), otros irresponsablemente hacen
caso omiso de ellas, con lo cual se ponen
en una situación de alta vulnerabilidad,
arriesgando no solo su propia persona
sino la salud de los de su entorno y generando
con ello un contagio geométrico
cuya expansión puede ser incalculable.
Se inicia la selección natural. Vemos
cómo amplios sectores de la población
se encuentran cegados por la negación
absurda y necia del problema, adoptando
posiciones incomprensibles, decisiones
estúpidas revestidas de valentonismo.
Pareciera que con orgullo se
abandonan a la conducción mansa y voluntaria
al precipicio de la insuficiencia
hospitalaria, en una actitud equiparable
al autoexterminio.
Por el contrario, hay quienes se apegan
solidariamente a las medidas de
contención, insisto, a pesar de que en
la mayoría de las ocasiones dicha práctica
implique muy altos costos en todo
ámbito. Es en este “momento de verdad”
cuando la adaptación genera trascendencia
y la paciencia rinde el fruto más
apetitoso jamás atesorado como ahora:
la conservación de la vida.
En el ámbito empresarial, la situación
es idéntica; aunque la adaptación
en varios sectores (servicios, por ejemplo)
fue extraordinariamente rápida.
Así, hemos pasado de la comprensible
incertidumbre y quizá incredulidad a
la operación vigorosa de un respetable
porcentaje de unidades productivas.
No obstante, sigue en juego la viabilidad
de un gran número de mipymes,
con el respectivo efecto en la fuente
de ingreso de miles, quizá millones, de
trabajadores.
Esta nueva realidad, aderezada además
con el abandono gubernamental,
nos lleva a aguzar el ingenio, a simplificar
operaciones, a adaptar productos,
a evaluar la viabilidad de los existentes,
a especializar la cobertura y a mejorar
la atención.
La actual situación va más allá del
célebre “momento de verdad”; estamos
inmersos en la “verdad del momento”,
en la cual la cercanía de los especialistas
patrimoniales debe ser constante,
cálida, empática y, por supuesto, como
siempre, de alta calidad.
¡Te lo aseguro!