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Ciudad de México / Julio 31, 2020.
LOS NÚMEROS CUENTAN
Antonio Contreras
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La deuda
A
principios de 2020 escribí un artículo relacionado con el Presupuesto de Egresos de la Federación. Ya
se veía feo el panorama debido al decremento del Producto Interno Bruto. Bueno, pues ahora, por la
razón de todos conocida, esto se ha complicado. Con respecto a 2018, el Producto Nacional Bruto de
este país caerá 11 por ciento, sumado el decremento de 2019 por el Pejevirus y el de 2020 por el coronavirus.
La situación se torna peliaguda por el círculo vicioso en el que estamos metidos, agravado por el enfoque de
“clientelismo”, vía dádiva directa, a los más necesitados.
Esto no tiene nada que ver con ideología. Es un hecho: la distribución del ingreso en México es mala, con
dos tercios de las familias viviendo al día y una lista de multimillonarios de reciente cuño (digamos, menos de
30 años) concentrando una parte enorme de la riqueza nacional. Pero la mala distribución no se soluciona por
decreto. ¿De qué manera entonces podemos equilibrar la balanza?
Es indispensable construir un círculo virtuoso. China
lo ha hecho durante los últimos 40 años. Los números
cuentan que el gigante asiático pasó de 150,000
millones de dólares de Producto Nacional Bruto en
1978 a 12 billones 240 000 millones de dólares en 2018.
¿No nos dice mucho la cifra? Piénsese entonces en el
ingreso per cápita: 150 dólares al año en 1978, es decir,
menos de medio dólar diario por persona.
Actualmente, y pese a soportar una población cercana
a los 1400 millones de personas, más de 10 veces
la población de México, el ingreso por cabeza es de
más de 10,000 dólares; supera ya al nuestro, estancado
y con la pésima distribución mencionada. ¿Va a superar
China a Estados Unidos? Seguramente. La inercia es
brutal.
¿Cómo ha crecido China?
#Opinión
La clave aquí es la educación, incluyendo el envío de
la élite estudiantil a escuelas en el extranjero. Al decir
élite, podríamos pensar en un número reducido, y sí
lo es en términos chinos, pero las centenas de miles
de personas que salen de esta nación a lograr una educación
de altura en otras latitudes superan cualquier
expectativa asociada a ese vocablo.
Otro factor clave: infraestructura, ya sea electricidad,
gas, agua, carreteras, ferrocarriles o edificios.
El círculo virtuoso arranca con planes de desarrollo
de muy largo aliento, los cuales no han dependido de
fluctuaciones políticas o estilos personales de gobernar.
Objetivo preciso y reglas claras. Principio fundamental
y sencillo, pero muchas veces ninguneado en
tierras latinoamericanas. Y, por supuesto, combate
frontal a la corrupción, mal endémico de nuestro país.
¿En qué consiste nuestro círculo vicioso? Los números
cuentan una realidad innegable.
El estado de Guerrero tiene poco menos de 4 millones
de habitantes, y Nuevo León tiene más de 5 millones;
sin embargo, el estado del norte aporta 10 veces
más al producto bruto del país. Las razones ya las conocemos:
el norte es industrial, y el sur está atrasado.
Pero no es tan sencillo.
El 60 por ciento del ingreso de Guerrero proviene del
turismo. Tiene “de todo”, como nos gusta decir en pláticas
de café: territorio pintoresco, costas, clima agradable
y bellezas naturales. Nuevo León está encerrado,
apenas tiene frontera y el clima es siempre el mismo:
malo.
La violencia en el país es alta en general, pero alcanza
niveles de campeonato mundial en Acapulco,
centro turístico que ha dejado atrás sus días de gloria
internacional y hoy vive de los visitantes de Ciudad de
México. Hace años, los amigos nos íbamos a Acapulco
de “aventura”, con mucho entusiasmo y muy poco dinero.
Hoy los capitalinos nos aventuramos a Acapulco
impulsados por la corta distancia, la infraestructura
hotelera y las siempre espectaculares vistas en un clima
privilegiado.
La inseguridad nos atemoriza: “¡Vete con cuidado!”,
nos decimos con cara de susto. Difícil de creer las violentas
patadas que propinamos a la gallina de los huevos
de oro guerrerense, a la bahía más bonita del mundo,
al famoso “bello puerto del Pacífico mexicano”, hoy
caído en desgracia.
Guerrero es un estado estancado: entre 1980 y 2019
creció a un ritmo tres veces menor al del país. El estado
del sur, con su tamaño y potencial, debió crecer mucho
más, pero está atrapado: mientras que el país creció
dos veces y media entre 1980 y 2019, Guerrero apenas
creció 72 por ciento.
Al momento de asignar presupuesto a los estados, la
norma de la Federación sigue un criterio de igualdad,
con el propósito de equiparar el gasto por habitante en
toda la nación. Suena confuso, ¿verdad? Pero esto no es
otra cosa que intentar ser equitativo con algo que no
lo es en absoluto. Me explico: Nuevo León, zona norteña,
de prosperidad industrial, tiene un ingreso por
habitante ocho veces superior a Guerrero, zona pobre
del sur, pese a sus tres destinos turísticos del Triángulo
del Sol.
Sin embargo, la Federación les asigna a estas dos entidades
un presupuesto de gastos, medido como presupuesto
por habitante, muy similar. Para Guerrero,
los recursos que recibe para gastar se parecen mucho
a los que genera por su propio esfuerzo; mientras que
Nuevo León recibe recursos muy inferiores a los que le
produce a la Federación.
Es como si un padre pidiera a sus dos hijos que fueran
a trabajar. Mientras que el productivo Reynaldo
(que es mayor) lleva 10 pesos a casa todos los días,
Vicentito llega con 1 peso, que obtuvo apenas por no
dejar. Sin embargo, cuando llega el fin de semana, el
padre les da lo mismo de “domingo” a ambos. Ante la
inconformidad del hijo industrioso, el padre empieza
así su perorata: “Reynaldo, tienes que entender que tu
hermano no tiene tu capacidad y necesita apoyo; además,
ya sabes cómo es. Si no le doy dinero, se pone rebelde
y empieza con sus desmanes”. El hermano mayor
ya mejor quiere irse de la casa y establecerse por su
cuenta.
El sistema que distribuye los recursos a todos los
estados con base en su número de habitantes, sin
considerar sus aportaciones, tiene un objeto lícito y
razonable. Lo malo es que, al volverse permanente,
se convierte en un esquema perverso, propiciando la
existencia de estados “polizones”, los cuales viven del
esfuerzo ajeno sin que se les vea indicios de modificar
su situación con el tiempo.
Por supuesto, Chiapas, Guerrero o Oaxaca necesitan
el apoyo para superar su atraso y sumarse al tren
del progreso nacional; pero, si el Gobierno no solo tolera
sus lastres sino que hasta los patrocina, difícil será
que su situación cambie. El apoyo es para que Guerrero
aspire a convertirse en Nuevo León, pero eso no
sucede.
El presupuesto de Guerrero se distribuye entre los
81 municipios; pero, nuevamente, solo cinco producen
más de la mitad del producto del estado. Rémora de
rémoras, sin que los habitantes de San Marcos, Tixtla,
Tlalchapa, Chilapa, Pungarabato, Tepecoacuilco y los
demás tengan culpa alguna. Simplemente, el presupuesto
para ayudar o no llega o llega y no se aprovecha;
o solo pretende contribuir a la artificiosa tranquilidad
del incómodo sur; pues, de lograr su desarrollo, nada.
La precariedad de los ingresos arroja a muchos en
los brazos del narcotráfico al grito de “¡Vive intenso,
muere joven!”. Y el tráfico de estupefacientes provoca
inseguridad y ahuyenta a turistas e inversionistas,
economía formal que retrocede ante el empuje de lo
que parece inevitable, avivado por el manejo ineficaz
de los recursos que aportamos los causantes cautivos,
resignados pero hartos del abuso de los pocos que no
dan cuentas.
Escucho al secretario de Hacienda, recuperado del
coronavirus, decir que Guerrero va a ser objeto de inversiones
estatales importantes. ¿Por qué no hacer lo
más importante? Si la ocupación hotelera del estado es
de 50 por ciento, ¿por qué no investigar qué se necesita
para aumentarla? Seguridad, estado de derecho y auditorías
al gasto estatal… No está tan difícil.
22,000 pesos recibe Nuevo León por cada habitante,
mientras que a Guerrero se le entregan 18,000. Cantidades
similares, con un resultado muy diferente. Mismos
servicios, escuelas y pago a burócratas.
¿Qué hace la diferencia? Los empresarios norteños,
que encabezan a sus huestes para producir 10 veces
más; mientras que en Guerrero gobernantes y gobernados
extienden la mano (unos mucho más rápidamente
que otros) para recibir el presupuesto, que de
plano no rinde pero permite mantener la paz social.
¿Qué preferimos para el futuro? ¿Hacia dónde nos
dirigimos? ¿Nuevo León o Guerrero?