Ciudad de México / Julio 31, 2020. 21
Las buenas conciencias
#Opinión
a riesgo propio
Bernardo Olvera Bolio
ATACADAS Y PERSEGUIDAS
POR AÑOS, las afores estaban
desde antes de la debacle política
del país en la mira de los autores de
esa debacle. El enfoque de las críticas
se concentraba en las exiguas pensiones
que se podían lograr con los fondos
constituidos por los trabajadores a lo
largo de los años de su vida productiva.
ESA REALIDAD PROVIENE no de
la gestión de las administradoras, sino
de las bases financieras del esquema
planteado de origen. Como quiera que
se acomodaran los ingredientes, 6 por
ciento del salario nunca sería suficiente
para contar con un fondo tal que se pueda
uno retirar “con decoro”. A ese ritmo,
las aportaciones de 36 años apenas representarían
un ahorro de dos años de
ingreso (5.6 por ciento de ahorro efectivo).
EL VALOR DE LAS AFORES consistía
en que podían hacer crecer esa ridícula
cantidad lo necesario para que esos
dos años de ingreso se transformaran en
lo suficiente para que el pensionado recibiera
alguna cantidad “básica” durante
el resto de su vida, lo que después de los
rigurosos 65 años puede alcanzar hasta
16 años de recibir pensión, considerando
una expectativa de vida de 80 años.
Esto sí se debe a las gestiones de las afores,
pero nadie lo ha querido decir.
DE MODO QUE, SI EL MONTO de
lo ahorrado fuera mayor y el plazo fuera
más extenso, se podría tener un resultado
más satisfactorio. Aritmética simple,
lógica básica.
¿POR QUÉ ENTONCES, si era tan
simple, no se hacía nada? Primero habrá
que ver a quién beneficiaría una aportación
mayor o un plazo más extenso. No
se necesita gran reflexión para ver que
el mayor beneficiado de eso sería el propio
ahorrador (lo de “trabajador” es un
principio de buena fe). Cuanto más ahorras,
más acumulas (monto constitutivo),
y como consecuencia más recibes.
Los otros beneficiados serían las propias
administradoras, que al gestionar mayor
volumen de recursos tendrían un resultado
mayor, por lo menos en números
absolutos. Sin embargo, ¿quién dijo algo?
PUES LOS “TRABAJADORES”
(como suele llamárselos, con una carga
de compasión altamente encomiástica)
ni pío. Y no lo hicieron porque a los pobrecitos
no les alcanza para ahorrar, con
lo cara que está la vida (en particular, si
se considera el gastazo de las dos coca
colas y la bolsa de papas más el pastelillo
obligado de la nutritiva
dieta diaria de cada integrante
de la familia). No lo
hicieron porque la cultura
del ahorro aquí es nula (y
peor aún con los abusos
y pocos atractivos intereses
que tiene en México
la oferta de ahorro de los
insaciables banqueros). No
lo hicieron porque prefieren
dos pesos más hoy que
una pensión digna mañana.
En sus palabras, el ahorro
“no saben si van a vivir
para verlo y gozarlo”. “Mejor
me lo gasto hoy, y ya
mañana... pos a ver”. Esta
ciega y estólida postura es
la que les gusta a tantos
jovenazos, que prefieren aumentar la liquidez
de su ingreso en vez de aportar a
las cuotas de salud y retiro. ¡Que vivan
los del outsourcing!
LAS ADMINISTRADORAS sí dijeron
algo. Pero, al pronunciarse por ello,
los inmaculados politiquillos que ocupan
las curules las señalaron de avorazadas,
agiotistas y otras lindezas que el
pueblo sabio aprobaba irreflexivamente.
Entonces las afores empezaron a promover
las aportaciones adicionales, que a la
larga al primero que beneficiarían sería
al ahorrador. Y las siguieron tachando
de abusadoras. Pero en el fondo había
buenas conciencias, o al menos la claridad
de conciencia para entender que,
si no ahorras más, tu economía como
pensionado será nimia. Pero, claro, con
el desprestigio en que las colocaron los
expertos financieros de San Lázaro, la
gente duda de ahorrar en tales instrumentos.
ENTONCES SURGIERON OTRAS
BUENAS CONCIENCIAS, y allí te van
los empresarios a ofrecer un futuro mejor
para los pensionados. Lo valioso: la
aportación se va arriba del 15 por ciento.
Lo curioso: todo el excedente sobre
lo que estaba antes lo pone el patrón, el
pagador; el empresario, pues.
¡AH, QUÉ BUENAS LAS BUENAS
CONCIENCIAS! ¡Qué generosidad inesperada!
Los empresarios se muestran
en su faceta de benefactores, de alta
conciencia social y buen corazón. No
cabe duda de que se los ha juzgado mal.
Hoy nos demuestran que son capaces de
ahorrar por el trabajador con tal de que
a éste le vaya bien. Si él no quiere ahorrar,
“está en su derecho”; ¿pero también
está en el derecho de pedir una pensión
mayor sin haberla constituido? Eso es
otra historia. Hoy sus jefes le hacen de
pilmama para que él se pueda jubilar a
sus anchas. ¡Bien por los sorprendentes
empresarios y sus buenas conciencias!…
AHORA BIEN, ¿quién es el beneficiario
inmediato de esto? Las buenas conciencias
del populismo, que, incapaces
de tomar una medida que siquiera los
haga ver mal, aunque sea para bien, negociaron
con los empresarios que la propuesta
viniera de ellos; así el Gobierno
no toma la impopular medida de subir
las aportaciones y de esa manera queda
bien. “Lograron” que los empresarios
(mil veces vituperados por el titular del
Ejecutivo) hicieran por fin algo por los
trabajadores… “¡Lo logramos…!”. Entonces
se presume esto como un logro
del adefesio oficial. Ésas sí son, ante una
masa de alrededor de 26 por ciento de
los mexicanos (apenas una cuarta parte)
buenas conciencias.
ENTONCES VIENE LA SUSPICA-
CIA: ¿por qué los empresarios determinaron
cargar con el costo económico del
caso? ¿Fueron todos o solo un puñado
de dirigentes? ¿Por qué aceptaron incrementar
el costo de la
carga social salarial en
30 por ciento en promedio?
Tal vez no por sus
buenas conciencias…
Más bien habrá que
preguntar con qué los
amenazaron para que
hicieran eso. ¿De qué tamaño
sería la amenaza?
A lo mejor sus conciencias
no son tan buenas
y están llenas de pasado
comprometedor y negociaron
perdones diversos…
Tal vez…
PERO LA SUSPICA-
CIA ES MALA CONSE-
JERA; mejor pensemos
que, en efecto, la bondad
y buena voluntad de la clase empresarial
se impuso; que están dispuestos a constituir
el ahorro de quienes no quieren
ahorrar (aun estando en el mejor de los
mundos: empleo, sueldo, prestaciones y
jubilación, ¡todo en el mismo combo!).
¡Bien por las buenas conciencias de la
clase empresarial mexicana!
LO INCREÍBLE es que el mérito se lo
endilgue la truculenta maquinaria oficial,
y en esta historia los empresarios sigan
siendo los malos de la película. ¡Así,
quienes se ponen las medallas son los de
las malas conciencias! ¡Uffff!