También se puede recompensar al niño con actividades que sean de interés
para él cuando haya realizado de forma satisfactoria otras tareas, haya obedecido
correctamente las reglas establecidas o se haya comportado correctamente.
La mayor parte de los estudiantes con Síndrome de Asperger responden muy
bien al uso de elementos visuales: horarios, esquemas, listas, dibujos, etc. En este
aspecto, se parecen mucho a los niños con Autismo.
En general, hay que intentar que las enseñanzas sean bastante concretas. Se
trata de evitar un tipo de lenguaje que pueda ser malinterpretado por el niño con
Síndrome de Asperger, tal como sarcasmo, discursos figurativos confusos,
modismos, etc. Hay que intentar romper y simplificar conceptos y lenguaje
abstractos.
Las estrategias de enseñanza explícitas y didácticas pueden ser de gran ayuda
para el niño aumente su capacidad en áreas “funcionales ejecutivas”, tales como
organización y hábitos de estudio.
Hay que asegurarse de que el personal del colegio fuera del aula (profesores de
gimnasia, conductores de autobús, monitores de la cafetería, bibliotecarios, etc.,
estén familiarizados con el estilo y las necesidades del niño, y hayan recibido un
entrenamiento adecuado para tratarlo. Los entornos menos estructurados, donde
las rutinas y las reglas son menos claras, tienden a ser difíciles para el niño con
síndrome de Asperger.
Hay que intentar evitar luchas de poder crecientes. A menudo, estos niños no
entienden muestras rígidas de autoridad o enfado, y se vuelven ellos mismos más
rígidos y testarudos, si se les obliga a algo por la fuerza. Su comportamiento
puede descontrolarse rápidamente, y llegados a este punto, es mejor que el
profesional de marcha atrás y deje que las cosas se enfríen. Es siempre mejor
anticiparse a estas situaciones, cuando sea posible, y actuar de modo preventivo
para evitar la confrontación, mediante la calma, la negociación, la presentación de
alternativas o el desvío de su atención hacia otro asunto.
Algunas intervenciones educativas