interpretación. Ha sido posible, asimismo, realizar intercambios de información mediante la
distribución de un boletín informativo semianual (el DSM-IV Vpdate), la publicación de una
columna de manera regular en Hospital and Community Psychiatry y charlas en reuniones
nacionales e internacionales, así como diversos artículos de revistas.
Dos años antes de la publicación del DSM-IV, el Comité Elaborador publicó y distribuyó
ampliamente el DSM-IV Options Book. En este libro se incluía un resumen de las propuestas
alternativas que se pensaban introducir en el manual, y se solicitaban opiniones y datos
adicionales para su posterior deliberación. Recibimos una extensa correspondencia de gente
interesada, que nos proporcionó información y recomendaciones sobre el impacto potencial de
posibles cambios en el DSM-IV en la práctica clínica, la enseñanza, la investigación y el trabajo
administrativo. Todo esto nos ayudó a prever problemas y a intentar hallar la mejor solución.
Un año antes de la publicación de este manual se distribuyó un penúltimo borrador con el fin
de permitir la última crítica.
En el momento de tomar las últimas decisiones, los grupos de trabajo y el Comité Elaborador
revisaron todo el material y toda la correspondencia reunidos. Creemos que la mayor
innovación del DSM-IV reside no en cualquiera de los cambios específicos realizados, sino en el
proceso sistemático y explícito mediante el cual se elaboró. Más que cualquier otra
nomenclatura de trastornos mentales, el DSM-IV está basado en la observación empírica.
Definición de trastorno mental
A pesar de que este volumen se titula MANUAL DIAGNÓSTICO Y ESTADÍSTICO DE LOS
TRASTORNOS MENTALES, el término «trastorno mental» implica, desafortunadamente, una
distinción entre trastornos «mentales» y «físicos» (un anacronismo reduccionista del dualismo
mente/cuerpo). Los conocimientos actuales indican que hay mucho de «físico» en los
trastornos «mentales» y mucho de «mental» en los trastornos «físicos». El problema planteado
por el término trastornos «mentales» ha resultado ser más patente que su solución, y,
lamentablemente, el término persiste en el título del DSM-IV, ya que no se ha encontrado una
palabra adecuada que pueda sustituirlo.
Es más, a pesar de que este manual proporciona una clasificación de los trastornos mentales,
debe admitirse que no existe una definición que especifique adecuadamente los límites del
concepto «trastorno mental». El término «trastorno mental», al igual que otros muchos
términos en la medicina y en la ciencia, carece de una definición operacional consistente que
englobe todas las posibilidades. Todas las enfermedades médicas se definen a partir de
diferentes niveles de abstracción --como patología estructural (p. ej., colitis ulcerosa), forma
de presentación de los síntomas (p. ej., migraña), desviación de la norma fisiológica (p. ej.,
hipertensión) y etiología (p. ej., neumonía neumocócica)-. Los trastornos mentales han sido
definidos también mediante una gran variedad de conceptos (p. ej., malestar, descontrol,
limitación, incapacidad, inflexibilidad, irracionalidad, patrón sindrómico, etiología y desviación
estadística). Cada uno es un indicador útil para un tipo de trastorno mental, pero ninguno
equivale al concepto y cada caso requiere una definición distinta.
A pesar de estas consideraciones, la definición de trastorno mental del DSM-IV es la misma
que la del DSM-III y la del DSM-III-R, ya que es tan útil como cualquier otra definición y,
además, ha permitido tomar decisiones sobre alteraciones ubicadas entre la normalidad y la
patología, que deberían ser incluidas en el DSM-IV. En este manual cada trastorno mental es
conceptualizado como un síndrome o un patrón comportamental o psicológico de significación
clínica, que aparece asociado a un malestar (p. ej., dolor), a una discapacidad (p. ej., deterioro
en una o más áreas de funcionamiento) o a un riesgo significativamente aumentado de morir o
de sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad. Además, este síndrome o patrón no debe
ser meramente una respuesta culturalmente aceptada a un acontecimiento particular (p. ej., la
muerte de un ser querido). Cualquiera que sea su causa, debe considerarse como la
manifestación individual de una disfunción comportamental, psicológica o biológica. Ni el
comportamiento desviado (p. ej., político, religioso o sexual) ni los conflictos entre el individuo
y la sociedad son trastornos mentales, a no ser que la desviación o el conflicto sean síntomas
Flavio Garlati
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