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Rigor y Sentimiento

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¿Cómo aludir a la democracia, cuando las prácticas docentes universitarias no se guían por este propósito?”2 En realidad, es posible que los profesores más carentes de todo sean los más rígidos, pues con serlo cubren su insapiencia y su torpeza, aunque lo contrario también fuera verdad. Asimismo, hay algunos estudiosos que profundizan en ciertos sectores de la cultura, a pesar de que no conozcan ni respeten todo sus deberes intra-aula.

Tanto a los primeros como a los segundos, habría que enseñarles reglas de cortesía, de urbanidad, aunque quienes hemos sido educandos y luego educadores sabemos que son excepcionales los estudiantes estudiosos e inteligentes que no conozcan ni practiquen aquellas reglas. . Respecto de los profesores, no es grato no poder decir lo mismo si repasamos nuestra propia experiencia y consideramos a la vez las palabras de Aníbal Ponce3 al referirse nada menos que a Pestalozzi: ‘... aquel santo de la pedagogía -afirma- repartía sus buenas cachetadas a derecha e izquierda”... En su libro El corazón del hombre4, Erich Fromm llama ‘violencia lúdica” a una forma no destructiva de la violencia. “Violencia juguetona”, dice, que se ha ejercido en tribus primitivas y en sus ejercicios y juegos guerreros. Si el adversario muriera, sería por haberse “puesto en el lugar indebido”.

Parece increíble, pero este juego es practicado por algunos profesores, aunque unilateralmente: el alumno, sin jugar, es el juguete sobre el cual se tejen burlas: de su persona, de sus posturas, del contenido de sus exámenes, etc. Si entre “los primitivos” el juego no es destructivo, en el salón de clases sí lo es y mucho.

Los diversos tipos de violencia ejercida con los alumnos pueden entrar imperceptiblemente en todos los tipos señalados por Fromm. Puede

Sin maestros, pero también sin alumnos, la escuela no existe, y sin estos últimos tampoco tienen posibilidad de existir los primeros. “Maestro” y “alumno” son conceptos correlativos o recíprocos, de los que, como diría García Morente, “no se entienden el uno sin el otro, ni el otro sin el uno’, No se entiende ni puede haber maestro sin alumno. El exceso de rigor (severidad, inflexibilidad) tal vez esté motivado, en ocasiones, por los resabios de la amargura provocada por las frustraciones personales y familiares, y el alumno tiene injustamente que tolerarlo, Contrariamente, el alumno, a menudo un niño o un joven con agudas dificultades existenciales e inquietudes perturbadoras, no puede ser siquiera sobrellevado.

Con sus alumnos, el maestro despótico puede aplicar abiertamente la fórmula de Maquiavelo sin temores, a saber:

Cuando se hace daño a otro es menester hacérselo de tal manera que le sea imposible vengarse.

El alumno difícilmente podría vengarse: cuenta con muy pocos recursos para hacerlo, me parece; con menos que el hijo frente al padre, porque el maestro es efímero y el padre lo es de por vida.

5 Op. cit., p.29 a 30. EL RIGOR EXPOSITIVO

El rigor de una exposición hablada o escrita se vincula, fundamentalmente, con la exactitud y la precisión. A menudo una frase mal hilvanada o un término impropiamente utilizado pueden afectar la finalidad buscada en clase, esto es, la transmisión del conocimiento y, en última instancia, de las verdades de cada asignatura. Las palabras utilizadas y las formas de usarse son herramientas de trabajo imprescindibles, pero hay que saber escogerlas.