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Describir el proceso en el que el profesor enseña verbalmente es el objeto de este breve ensayo; aunque no se trata del proceso real, sino de uno imaginario, no es el ser de tal proceso, o no necesariamente lo es, sino lo que para mí es su deber ser. Menos es la descripción total del proceso de enseñanza-aprendizaje, pues aquí no se habla, por ejemplo, y entre otras muchas cosas omitidas voluntariamente, de visitas guiadas, ni de prácticas de laboratorio, ni de tareas a los alumnos, etcétera.

Al escribirlo he pensado en la educación media superior universitaria, en la Escuela Nacional Preparatoria y, por supuesto, en mis propias lecciones, que han sido en realidad mis “fuentes”, pero estimo que mis consideraciones pueden ser válidas para cualquier asignatura y en cualquier nivel, aun en el posgrado, ya que a fin de cuentas sólo se trata de la descripción de un posible método expositivo-verbal o clase “teórica” y de algunas características con que a mi juicio debe contar el ‘buen” maestro.

En su artículo “Clase y educación. El mito de la igualdad”, Rafael Segovia dice:

“Dejando de lado las motivaciones sindicales, políticas e incluso personales, el temor ante nuevas obligaciones y mayores esfuerzos mal retribuidos conduce al inmovilismo”1. Segovia se refiere a los maestros, mal pagados y cada vez con mayores cargas de trabajo que no escapan a la proletarización, con sus secuelas nefandas. Pero es el caso que si el proceso educativo se lleva como lo he imaginado, seguro estoy de que no habrá inmovilismo; a cambio surgirá una firme conciencia laboral de quienes saben que cumplen con creces sus deberes. El maestro con vocación, desinteresado y culto, pero severamente crítico, no abandonará el aula sin motivo; participará activamente en las luchas sociales y ya no se tomará en serio como apóstol, por más que así le llamen

En realidad, siempre he creído que los maestros-apóstoles han sido pocos; los más, aunque físicamente su figura lo parezca, simplemente se suman en las filas de los trabajadores acrílicos o que es peor, de los timoratos y cobardones que, con sus libros bajo el brazo, su cabeza inclinada y su caminar lamentable, sólo expresan lástima.

El rigor expositivo no es el del científico que investiga, pero menos el otro rigor ejercido en el salón de ciases, equivalente a la severidad, a la inflexibilidad en el cumplimiento de las regias, a la rigidez, que suele dar al traste con una buena exposición.

Estoy seguro de que existen profesores no muy informados, pero, eso sí, inflexibles y tiranos. Dice Estela Ruíz Larraguível, del persona] académico del Centro de Investigaciones y Servicios Educativos de la UNAM:” :” .me inquieta hablar de la necesidad de democratizar nuestra Universidad, pero me preocupa también advertir que el salón de clases se ha venido constituyendo como un aspecto prácticamente antidemocrático.

1 En el periódico El Ciudadano, Nª 20, Año II, Sep-91,p. 11 DESPOTISMO INTRA-AULA

INTRODUCCIÓN