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Esto es especialmente válido en ciertas disciplinas, en las cuales y durante su enseñanza es mejor decir “Lo he olvidado” o “No lo sé”; que precipitarse y responder sin seguridad.

Es mejor también conceder la razón al alumno, que buscar respuestas y razones inapropiadas. El alumno lo valorará positivamente más tarde y el maestro no dañará su imagen. Si a fin de cuentas de todos los profesores se inventan fracasos e inocentes grados de incultura, habrá que evitar conceder uno mismo los incentivos para que se fraguen tales mentiras. Un joven colega, Reynundo Salas Morales, me cuenta que él dice a sus alumnos algo así en los primeros días de clases:

Yo no soy como Sócrates, que sólo sabía no saber nada; tampoco soy como el embustero que cree y dice saberlo todo. Yo sé lo que sé. Se me ha contratado como profesor y voy a comunicarles lo que sé. Es muy probable que ustedes sepan lo que yo no sé. De ser así, tanto ustedes como yo enseñaremos y aprenderemos conjuntamente.

Es éste el ideal de la relación maestro-alumno, o sea , que al enseñar se aprenda y al aprender se enseñe. Ideal que no está lejos de materializarse en cada profesor frente a su grupo, al ponerse empeño. Si se cuenta con los recursos didácticos suficientes, sólo se requiere asumir que no se sabe todo, ni aun de la propia materia, para poder declarar sin sonrojos: “Eso no lo sé”. Mas si se tratan de algo que “debiera” saberse, la respuesta podría ser aplazada, también sin sonrojos, aunque con el compromiso serio de ofrecerla en la siguiente reunión y, por supuesto, hacerlo así. Quien escuchó las lecciones de don Eduardo García Máynez no podrá nunca olvidarlas. Eran como conferencias previamente preparadas para un público selecto. Por algo se formó en Alemania, aunque un Herr Professor Doktor alemán, al dar su charla en un aula magna, la lee, y el maestro García Máynez, como tantos otros grandes maestros mexicanos, exponía sin leer, y lo hacia con brillantez, claridad y rigor. Wonfilio Trejo me acompañó a una de sus charlas. Yo le dije: “Así son siempre sus clases”.

El maestro Trejo repuso: “Te felicito por tenerlo de profesor, son verdaderas conferencias magisteriales”. Todo esto viene al caso porque cierta ocasión un alumno (yo) le formulé una pregunta sobre un tema de filosofía jurídica, a saber, la libertad entendida como derecho, y en especial, sobre la noción de ciertos derechos subjetivos, cuyo ejercicio no es obligatorio. A pesar de que se trataba de un tema caro a sus inclinaciones, ya que el maestro García Máynez ha sido un destacado filósofo del derecho, internacionalmente reconocido, y la tesis que explicaba en el aula era de su autoría, reflexioné por algunos segundos y sin inmutarse dijo: “Compañero, en la próxima lección daré respuesta al problema que me plantea. Lo voy a estudiar”. Y en la próxima lección dio una emocionante respuesta. (El maestro García Máynez no pensó nunca que lo pusiera en tela de juicio, ni me guardó animosidad, como el de Geografía en la Preparatoria; al contrario, fuimos amigos y la primera tesis profesional que el dirigió, siendo director del del Centro de Estudios Filosóficos, fue la mía. Por mi parte, le guardo un enorme respeto y le tengo un profundo cariño). Dice José Ortega y Gasset en una Carta a un joven argentino que estudia Filosofía15: