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A esto nos referimos antes. Con timidez, y a veces con temeridad, simulan circunlóqueos sobre el asunto en cuestión, concluyendo casi siempre sin respuesta, o dando una cercana, o una equivocada, creyendo obscuramente al final, haber confundido al interlocutor. Si acaso no todos, sí hay estudiantes que se percatan del embrollo, experimentan compasión por maestro u, lo que es peor, le pierden respeto intelectual, a veces de por vida. Quien escribe, avanzado estudiante de Geografía en la escuela secundaria, no ha podido olvidar al maestro de Preparatoria que paladinamente nos informó que Sarawark está en Rusia, confundiendo en sus atropellos, según comprobamos después, a Sarawak con Samarkanda, y a Rusia con la entonces Unión Soviética. Luego, al rectificársele tímidamente, refrendó autoritariamente su error, y saltó a otro tema de inmediato. Mi esperanza adolescente de que más adelante se autocorrigiera, pues seguramente se trataba de un simple lapsus linguae, se hizo trizas, apareciendo en su lugar una punzante animadversión de mi parte, que hasta su muerte no quiso borrarse, y, en su tiempo, una especie de lo que los estudiantes llaman “mala voluntad” de él hacia mí. Si le hubiera llevado un mapa para mostrarle sus error, como candorosamente quise hacerlo para exhibirla mi sabiduría y que la evaluara positivamente, de seguro me hubiese expulsado. Yo sé que los parecidos fonéticos de los vocablos arrastran cómicamente hacia la confusión, lo mismo que ciertos casos de homonimia y otros, pero el profesor que la detecta tiene la obligación de rectificarse y también de asumir la posibilidad de la corrección de un alumno, soportando risitas, miradas y guiños intercambiados. Es su culpa, y su deber es prevenir y evitar, pues esta clase de enredos se toleran a los alumnos, que apenas fijan el conocimiento, no a los maestros, salvo casos inevitables y excepcionales de lapita. Recuerdo que en 1968 se hablaba mucho de Vallejo.

La referencia era Demetrio Vallejo, limpísimo líder ferrocarrilero. Pero hubo un colega, profesor de física, que me dijera, entre afirmación, consulta y duda, que Vallejo también escribía versos... Tuve que informar a mi amigo, lejano a la literatura, que hubo un gran poeta peruano, comunista, de nombre César Vallejo. La asociación entre el apellido y la

ideología llevó a la mescolanza. Pero si en el aula se tienen estas dudas, lo mejor es el silencio, e investigar antes de comunicar. Si quienes tenemos como tarea impartir clases hiciéramos recuerdos de cuando las recibimos, podríamos mejorar las técnicas pedagógicas en el salón, utilizando o rechazando ciertos recursos. Los estudiantes pueden olvidar una lección brillante, difícilmente una respuesta apresurada y falsa. Ralf Dahrendorf dijo en su libro Reflexiones sobre la revolución en Europa que: Los seres humanos somos falibles, y la condición humana es incierta... Nadie conoce todas las respuestas; en todo caso, nadie puede decir si las repuestas que se ofrecen son ciertas o falsas. Por lo tanto, tenemos que tratar de encontrar la verdad, pero asegurándonos de que, si erramos, o si se cree que erramos, sea posible intentarlo de nuevo.